domingo, octubre 29

Hechos y conductas

Las imágenes de agresión con palos y balas y los rostros desencajados de quienes se enfrentaron en la quinta de San Vicente el pasado 17 de octubre, no serán fácilmente olvidadas. Muchas personas sintieron que comenzaba una nueva etapa de disturbio político cuando se conoció la identidad de quienes desataron este hecho de inesperada violencia.Se enfrentaron dos grupos bien identificados dentro del sector obrero.

Fue un acontecimiento que involucró a todos los argentinos porque más allá de la política, era un homenaje a Juan D. Perón quien ocupó tres veces la primera magistratura. Se esperaba por lo menos un acto respetuoso. "Un acto con protocolo oficial, con una guardia militar y con una asistencia gubernamental apropiada al momento", opinó públicamente el escritor y embajador Abel Posse.Lo innegable. En la Argentina hay un descuido en las conductas oficiales y se ignora el protocolo dentro y fuera del país, lo cual llama la atención.

Los protocolos no son formas antojadizas de hacer las cosas desde el poder, son normas y códigos que se siguen -dentro y fuera de los países- para conservar las relaciones entre autoridades y pueblos en un nivel de discreción y respeto.

Cuando estas normas se rompen traen consecuencias de mayor o menor envergadura. Si se hubieran seguido las reglas en el acto comentado, no hubiera quedado en los ciudadanos la sensación de la impunidad que tienen ciertas agrupaciones.

Quedó -una vez más- la certeza de que las cosas deben hacerse sólo como corresponde. La Argentina no es el territorio de los grupos que tienen el poder o se lo disputan o intentan causar derrumbes imprevistos. Es la patria de todos. Y sus habitantes necesitan sentirlo en un clima de tranquilidad, de moderación y de trabajo.Hay un efecto cascada en las formas y modos de violencia. Así como se registra lo sucedido en San Vicente como un hecho de enfrentamiento político, la existencia de las barras bravas en el deporte está haciendo estragos.

La opinión pública necesita del sinceramiento de aquello que perjudica a la sociedad. No se debe encubrir -entonces- lo que lastima a la comunidad nacional y se debería dejar que emerjan individualidades capaces de enriquecer el bien común y que existen en buen número en el país.Violencia... ¿para qué..?, nada denigra tanto al comportamiento humano. Hay dos aprendizajes invalorables para contrarrestar este flagelo: el valor del individuo y las realidades que comparte una comunidad. Cuando estos dos principios sean correctamente enseñados, comprendidos y valorados el individuo crecerá culturalmente y reconocerá que tiene una responsabilidad como parte integrante de un todo, en este caso de su comunidad.

Si ésto es así, cada persona debe aportar su cuota al mejoramiento de la sociedad y sus aportes serán el producto del pensamiento y la acción determinados por la educación que recibió.Lo contrario es lo que se observa en circunstancias como la comentada: confusión, injusticia y falsedades.

Confusión en mucha gente ya madura, descreimiento en los jóvenes y absoluto desinterés en los adolescentes.Autocrítica. Se necesita imperiosamente del juicio crítico sobre obras y comportamientos se trate de los poderes del estado, de individuos o de grupos. Sería el principio del camino para construir la paz verdadera, la paz como ese estado en el cual se puede vivir, desarrollar, crear y compartir.

Una paz dinámica y no estática.La necesidad de la paz revela, también, que se debe contar con mejores sistemas de educación, sistemas que desde el proceso enseñanza-aprendizaje capaciten al ser humano desde la niñez para vivir en armonía y buena voluntad con todos.

El desastre de la segunda guerra mundial demostró -para los pensadores del siglo pasado- que la enseñanza había fracasado. El cambio educativo es una demanda mundial pero no sólo porque cambian las circunstancias históricas de los países sino porque las experiencias son tan fuertes que la visión del hombre se profundiza, su interés en la vida madura, la interrelación es más activa y todo eso hace que necesita sostenerse como individuo a través de conocimientos y de valores.La paradoja. La segunda guerra mundial terminó cuando apareció la posibilidad de exterminar con la bomba atómica.

El mundo creyó que lo terrorífico de dicha arma aseguraría por siempre la paz mundial. La tenía sólo los Estados Unidos. El orden de adquisición de armas nucleares fue: Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia y China. Han realizado pruebas nucleares: India, Pakistán y Corea del Norte. Hay información de que Israel posee armas muy poderosas. Y así -con estas adquisiciones por países- el tiempo se encargó de diluir el reaseguro de la paz que parecía invencible.Desde criterios no militares, todo orienta a creer que la paz estable dependerá de la formación del hombre. Más educación que arsenales.
Fuente:Diario de Cuyo

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