lunes, agosto 21

Para no «meter la pata» con judíos y musulmanes

Organizar una fiesta o una reunión de trabajo puede tener una complicación añadida si alguno de los participantes pertenecen a las religiones judía o musulmana.
Y ahí entra el protocolo, para establecer unas pautas tales que ninguno de los participantes se sienta incómodo ni agredido, ya que detalles nimios en apariencia podría arruinar un negocio o poner de uñas a un país entero. Alejo Arnaiz, militar y asesor de protocolo de la secretaría general de la Presidencia de Gobierno, ofreció ayer algunas de esas pautas en su conferencia «Influencia de la religión y de la cultura en el protocolo», en los cursos de verano de La Granda.

Para los judíos, explicó Arnaiz, es muy importante el respeto a la tradición. «Este cumplimiento de la tradición es independiente de su nivel de compromiso religioso». La sinagoga es el centro de reunión para oración, estudio y enseñanza. Los hebreos rezan tres veces al día, con la cabeza cubierta. «Con motivo del entierro de don Juan de Borbón se planteó la duda de pedir a todo el mundo que se descubriera, pero decidimos que no, ya que en muchas culturas tener la cabeza cubierta es señal de respeto», explicó.

Organizar una cita con un judío un sábado puede ser un problema, ya que es su día de descanso absoluto (que comienza el viernes con la puesta de sol). No obstante, depende mucho del grado de religiosidad de la persona en cuestión. Muchas de las «meteduras de pata» que se cometen, en lo que a protocolo se refiere, con los judíos, están en relación con la muerte.
«Los judíos se entierran en la tierra, no hay exposición del cuerpo y no hay flores. El pésame no se da hasta que la persona ya esté enterrada, y no se puede expresar enfado por el fallecimiento ya que la muerte ha sido voluntad de Dios. El luto, además, es muy riguroso: la familia se pasa una semana encerrada en casa y además tiene un año de luto social». Las normas de los alimentos también son complicadas. Las verduras, hortalizas y frutas son normalmente aptas para comer. Está prohibida la carne de cerdo, burro, caballo, conejo, liebre y rana, así como el marisco y el pulpo, entre otros alimentos. Según explicó Arnaiz, muchas de las normas, tanto de los judíos como de los musulmanes, son profilácticas: para garantizar unas medidas de higiene.

Los musulmanes
, continuó el conferenciante, realizan la oración cinco veces al día previas abluciones. Tienen que destinar el 2,5 por ciento de sus ingresos a la caridad, y durante el Ramadán, noveno mes del año musulmán, practican ayuno diurno, autodisciplina y purificación. El cerdo, que hace 2.000 años era el vehículo de todas las epidemias, lo tienen prohibido, igual que el alcohol. Pueden tener hasta cuatro esposas y, según afirmó Arnaiz, «actualmente hay poligamia encubierta, aunque esté prohibida, en países como Francia y Marruecos».
A la hora de hacer un trato con un musulmán es importante ser humilde, ya que según el Corán están obligados a dar buen trato a los humildes. «Además están obligados al perdón y a la indulgencia. Veneran lo sagrado, tanto lo propio como lo ajeno», indicó Arnaiz.

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