El cardenal arzobispo emérito de Madrid Ángel Suquía se ha convertido en la primera persona enterrada en la catedral de la Almudena, tras una misa presidida por el actual arzobispo, el cardenal Antonio María Rouco Varela, y concelebrada por otros cuatro cardenales, siete arzobispos y 25 obispos.
Llevado por ocho sacerdotes, el ataúd entró por la puerta principal de la catedral precedido de un grupo de seminaristas, seguido de cerca de 300 sacerdotes con estola morada y de otro grupo formado por los arzobispos, los obispos y los cardenales, una comitiva que llamó la atención de muchos de los turistas que visitaban el centro de la capital.
Junto a los numerosos familiares que participaron en la procesión y después en el funeral, muchos procedentes de Guipúzcoa, provincia natal de Suquía, destacó la presencia de las autoridades madrileñas, entre quienes se encontraban el vicepresidente segundo de la Comunidad, Alfredo Prada, junto a varios consejeros; el alcalde en funciones, Manuel Cobo, y la segunda teniente de alcalde, Ana Botella.
Entre los asistentes a la misa estaban además el eurodiputado del PP Jaime Mayor Oreja, el ex alcalde de Madrid José María Álvarez del Manzano y varios académicos de la Real Academia de la Historia, de la que Suquía era miembro.
El féretro quedó durante toda la ceremonia a los pies del altar, cubierto por un báculo, una mitra y por la casulla que portó el Papa Juan Pablo II cuando consagró la catedral de la Almudena en 1993, una túnica que más tarde llevaría Suquía en numerosas ocasiones.
Durante la homilía, Rouco Varela destacó la "entrega y celo apostólico" de Suquía, junto a su "trato lleno de exquisita cortesía" y su "intensa espiritualidad"
Tras la ceremonia, el féretro fue trasladado tras el altar y fue sepultado en la capilla en la que se encuentran los restos de San Isidro.
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