martes, marzo 18

Todo por su Majestad

Junto al Rey deben estar los mejores. Lo dice el ideario de la Guardia Real, y es verdad. «Cantad bravos soldados de España la gloria de ser fieles guardias del Rey», proclama su himno y esa es su primera y última razón, la que repiten como una letanía todos y cada uno de los 1.900 componentes de este regimiento de hombres y mujeres que, como dice a D7 su coronel jefe, Juan Antonio Díaz Cruz, «han visto en los ojos de Sus Majestades los Reyes el orgullo que sienten al observarles. Y cada uno de los guardias -subraya- ha sentido al desfilar delante del Primer Español que el Rey le miraba a él. Y eso lo compensa todo».
Es el estímulo que, por encima de todo, les mueve a sortear obstáculos, a no mirar jamás el reloj, a emplearse con la misma entrega en unas maniobras, en un relevo solemne en el alcázar madrileño, en una misión de escolta, en una empresa internacional en Afganistán o en Kosovo o en el servicio de una cena de gala en el Palacio Real con la que el Monarca agasaja a un jefe de Estado invitado.
Por eso, cuando en el Cuartel «El Rey», donde los jardines se hacen uno solo con los del Palacio contiguo de El Pardo, se pregunta a cualquier uniformado por qué está ahí, por qué es guardia real, «por el Rey, para servirle lo más cerca posible», es la única respuesta, una contestación sin trampa ni cartón que no admite peros.
Tal es así que bien podría decirse que lo que cunde a nuestro alrededor es sencillamente una epidemia por contagio.
Por ejemplo, José Francisco Belmonte, soldado -o mejor, guardia-, dejó su trabajo fijo en Málaga para a sus 27 años ponerse desde la Escuadrilla Plus Ultra, del Ejército del Aire, al servicio del Rey. El próximo día 19 cumple 33 años y cuando esta mañana pasa revista a los seis últimos se le ilumina la cara.
«Es mi vocación. Aquí, si no te gusta esto, no pintas nada. Entré en el Grupo de Honores que, además, forma parte de la guardia de seguridad, y allí disfrute mucho con las maniobras y aprendiendo tácticas policiales. En este grupo se sale a misiones en el exterior y se trabaja mucho, pero te compensa. Ahora me siento útil trabajando en la oficina de captación o reclutamiento, donde informo sobre la Guardia Real y las Fuerzas Armadas en general. Llaman mucho -y aprovecha para dar el gratuito 900 23 44 00-, y lo hacen más hombres que mujeres, porque ellas son más decididas y se presentan directamente. Son personas de entre 18 y 23 años. Y todos quieren ser guardias reales para estar cerca de la Familia Real, que es a lo máximo a lo que puede llegar un militar, y también les anima la diversidad de cursos que se ofertan (desde protocolo a paracaidismo). Lo cierto es que hay muchas posibilidades para elegir: perros, motos, guardia y control militar, buceo, caballería, música...».
Belmonte, con un contrato de larga duración hasta los 45 años, me dice que aspira a sacarse el graduado en ESO, alcanzar el empleo de cabo primero o cabo mayor permanente -«que es como ser un guardia civil en la calle»- y seguir «haciendo lo que me pidan. Siempre, todo por el Rey».
Todo por Sus Majestades, desde el último guardia hasta el coronel jefe, que cuando estas páginas vean la luz será ya un general del Ejército con otra misión lejos de la Guardia Real. Es por ello que cuando recién nacido marzo entramos en su despacho de El Pardo, las palabras del militar ya son un epílogo a los casi tres últimos años de su vida. «Una experiencia maravillosa, tremenda, en la que he tenido la suerte de mandar la mejor unidad militar», apostilla con rotundidad.
Un regimiento que aglutina a representantes de los tres ejércitos y de los cuerpos comunes ante Su Majestad, y que está a disposición de la Casa del Rey, organismo encargado de apoyar a Don Juan Carlos como jefe de Estado en las misiones que le corresponden, del que constituye esta Guardia Real su parte militar. Su jefe es el de la Casa y, por delegación, el jefe del Cuarto Militar del Rey.
Dedicación
«Nuestra fuerza -declara el coronel Díaz Cruz- la constituyen hombres y mujeres de una dedicación, capacidad de trabajo, voluntad de servicio y devoción por Su majestad el Rey envidiables. Todos ellos han sido formados en múltiples disciplinas, por lo que no sólo reúnen muchos y variados conocimientos, sino que además están dispuestos a ponerlos en práctica. A nadie se le caen los anillos por nada. Cualquiera que esté en la Guardia Real debe estar preparado en lo que es su propio Ejército, de tal manera que el de la compañía de infantería debe actuar como un infante, el de la batería como un artillero, el de la Mar Océana de la Armada como un infante de marina o el del escuadrón de caballería debe tener instrucción como jinete, pero luego todos han de ser capaces de desfilar y de formar parte de un conjunto que rinda honores y de servir en las misiones de guardia militar cuando nos requiera el jefe de seguridad de la Casa de Su Majestad, tanto en las residencias donde se aloja la Familia Real o en El Pardo, cuando lo ocupa un jefe de Estado extranjero en visita oficial. Y además debe saber rendir honores, proporcionar escoltas motorizadas o a caballo, e incluso formar un séquito técnico que acompaña a estas comitivas y que, entre otros, está formado por un médico y un representante de la guardia para controlar las caravanas. Los equipos de montaña y el de buceo, para reconocimientos del terreno y del litoral, están a disposición de la seguridad de la Casa.
Tradición
Uno de nuestros lemas es combinar tradición, que se remonta 500 años atrás cuando el Rey Fernando el Católico armó a sus mozos de espuela con el arma de moda en la época, la alabarda, convirtiéndola en el nexo que hilvana la historia de los Reyes de España y su guardia hasta hoy, y modernidad, porque nos valemos de la última tecnología en armamento, las más vanguardistas técnicas y procedimientos para cumplir lo mejor posible los objetivos que tenemos asignados».
Las misiones
Cometidos entre los que figura, en primer lugar, como ya se ha apuntado, el de colaborar con la seguridad dando guarda militar, que es el más importante y en el que se empeñan todos los días los guardias reales; el segundo es el de dar apoyo a la Casa, proporcionando desde conductores, veterinarios, médicos, ordenanzas o incluso camareros o sumilleres; el tercero es el de rendir honores y proporcionar escoltas solemnes a la Familia Real, y el cuarto, dar estos mismos servicios a los jefes de Estado extranjeros en visita oficial a España.De estos últimos, tras una década en la unidad y desde su puesto de apoyo directo en el alcázar, ya ha perdido la cuenta el cabo primero César Paz, cavero de Palacio. «Soy de infantería pero me daba igual el arma cuando me propuse entrar: sólo quería ser guardia real porque dentro de las unidades de las Fuerzas Armadas es la que me hace sentir más orgulloso. Así que puede decirse que soy nacido militarmente por y para la Guardia Real y hoy, como hace 10 años, no me veo sin la boina azul. La verdad es que pensándolo detenidamente no sé decirle de dónde me viene este amor por la Guardia Real, porque ni tengo familia ni tenía conocidos en ella. Imagino que soy un español -y de Ciudad Real- más, que quiere al Rey y que ha decidido trabajar y servirle un poco más cerca».El cabo Paz ingresó en la unidad el 21 de noviembre de 1997, en Mantenimiento, y su primera misión fue la de trabajar como albañil. Poco le importó la argamasa de la que estaba hecho tal desempeño. Ya lo ha dicho el coronel: aquí no se le caen los anillos a nadie. El caso es que luego vio en la hostelería un afán donde llevar a cabo grandes empresas. Y se volcó en ella. Claro está, que sin dejar de hacer maniobras y sin descuidar su preparación de infante. En los diferentes bares y cantinas del destacamento fue labrándose un porvenir, alentado por su servicio como camarero en Palacio. Tenía 20 años y ganas de comerse el mundo. «Dos años después fui destinado al Cuarto Militar del Rey, donde estuve tres años, en los que me hice sumiller a través del Instituto de Formación Empresarial (IFE) de la Cámara de Comercio, el más prestigioso, y realicé cursos de maestre de sala o metre, en los que quedé primero de la promoción, lo que me situó mejor en mi posición en la cava de Palacio. Hoy en ese destino digamos que soy fijo-discontinuo, porque además estoy asignado al Negociado de Comunicación. Sus Majestades los Reyes y sus Altezas Reales los Príncipes tienen su propio servicio interno, lo que llamamos aquí los camareros de la Familia, pero que no participan en los actos oficiales; entonces, la Casa recaba apoyo a la Guardia Real o a restaurantes como Jockey u hoteles como el Ritz. Y ahí es donde participó yo, encargándome no solo del vino, sino de todo tipo de bebidas, calidades, exigencias, gustos o particularidades que quiere Su Majestad como pueda ser la temperatura del vino».
Satisfacción
Cuántas veces sus compañeros le han dicho lo bien que podría ganarse la vida fuera del Ejército, pero Paz sigue en la Guardia. «Estar aquí me da una satisfacción que un restaurante o un hotel no me darían, aunque me pagaran mucho más. Mi lugar es éste. Trabajar en la cava es un atractivo añadido que me proporciona una cercanía extraordinaria a la Familia Real». De la que por otra parte, los guardias no dejan de recibir muestras de afecto y complicidad. La última más sonada: el ingreso de la infanta Doña Leonor en la guardería del cuartel. Afán de superación, curiosidad y ganas de aprender son el motor de César Paz. Su mérito: salir con bien del más difícil todavía. Como cuando le sacaron del curso militar de cabo primero para formar a los camareros que habrían de servir el banquete de la boda de los Príncipes. «Tenía 180 aspirantes de los que al final presenté a 164. Fue una odisea de tres meses. No tenían ni idea y tenía que llegar a un determinado nivel. No se trataba tampoco de enseñarles los misterios de la hostelería sino de que aprendieran a servir a la francesa. La experiencia resultó excelente».Me ha advertido antes de empezar a hablar que «ni con autorización de Zarzuela» me dice el vino que le gusta a Don Juan Carlos. Así que cambio de tercio: «¿Y a usted?» «Mi debilidad como sumiller -responde- es descubrir buenos vinos. Ahora trabajamos para dar a conocer distintas denominaciones de origen. Mostrar qué buen vino hay en el Bierzo, Alicante o Toledo. Mis últimas ansias de exploración van dirigidas hacia los vinos catalanes, ya sea un cava o un priorato. Y también a la revolución de los vinos que está produciendo el Nuevo Mundo, donde cada vez se pisa más fuerte y compitiendo a un nivel similar al nuestro». ¿El vino, cuánto más caro mejor?, interpelo. «Por encima de 60 euros, que ya es una barbaridad, no hay vino que valga. Otra cosa es el snobismo y lo que quiera pedir el bodeguero. Custodio López Zamarra, del que hay que hablar cuando se habla de vinos, ha dicho que conociendo lo que conoce y sabiendo lo que sabe sería de estúpidos beber vinos de más de 12 euros, y esos son los que hay que descubrir».
Las «otras» tareas
Luego, el cabo primero me habla de la tarea de Estado que significa «en otro orden» dar un buen servicio a los invitados del Rey, y cómo en esa misión están involucrados desde la sastra que viste con esmero a los camareros hasta el conductor que hace que llegues puntual a Palacio. Y me habla de gratitud a su destino como guardia real. Hoy, cuando toca a su fin el del coronel al frente de esta unidad, también a Díaz Cruz, que aprendió antes a cantar el himno de la infantería y el novio de la muerte que a leer, le rebosa el corazón de agradecimiento hacia sus padres -él, también militar, que asistirá orgulloso al generalato de su hijo; ella, que lo velará desde la última morada adonde partió sólo cuatro meses antes del ascenso-, «que me inculcaron el amor a España y a su Ejército y me enseñaron la importancia de la verdad, del trabajo bien hecho y el respeto hacia lo que nos rodea, coincida o no con nuestra forma de ser o de pensar. Y todo eso procurando mantener siempre una actitud de optimismo. Después de una historia fraguada en tan variados destinos -Operaciones Especiales, Academia de Infantería, Escuela de Estado Mayor, Legión y Cuarto militar del Rey- sé que la suerte no hay que esperarla, hay que buscarla o, mejor dicho, perseguirla y amarrarla. Con la lealtad, entrega, optimismo, máxima preparación y el trabajo diario de los hombres que forman la Guardia Real la suerte está asegurada». Y la de Sus Majestades.

'Es peligroso modernizar en exceso la Monarquía'


El 2008 en que Don Juan Carlos cumplirá 70 años y el heredero celebrará sus cuatro décadas, un tercer aniversario permite retratar y comprender la historia reciente de la Monarquía española: los noventa marzos de Sabino Fernández Campo, ex secretario general y ex jefe de la Casa Real.
Refugiado en su silencio, sus recuerdos y su feliz vida familiar, quien fue mano derecha del Rey cumple nueve décadas en plena forma intelectual y joven de espíritu. Principalmente gracias a su segunda esposa, María Teresa Alvarez, 27 años menor que él.
"Nos ayudará, tiene ojos de bueno", dijo ella cuando lo conoció. "Estuvo antipática, pero se lo puede permitir porque es guapa", fue la versión masculina del encuentro, en 1976. Se casaron dos décadas más tarde. Asturiana como él, María Teresa le ayudó a superar el trance de la muerte de sus hijas y es hoy compañera, confidente y albacea de los tantos secretos que trufan la memoria y el presente de Sabino Fernández Campo. Enigmas que ni su formación militar -llegó a teniente general-, ni sus estudios de Derecho ni su lealtad a la Corona le permitirán revelar.
De discreción bajo llave mientras dirigió los pasillos regios -desde el advenimiento de la democracia hasta 1993- y más aún desde que dejó de hacerlo, Sabino Fernández Campo ha decidido sin embargo compartir sus reflexiones sobre los retos, los peligros y las incertidumbres que rodean a la Familia Real.
PREGUNTA.- Declaraciones, manifiestos de abajo firmantes, conmemoraciones, algaradas callejeras ante los Príncipes, quema de retratos de los Reyes... Nunca ha habido una fiebre republicana como la del año pasado. ¿A qué se debe?
RESPUESTA.- Es una lástima que grupos minoritarios, pero cuyas acciones se difunden ampliamente, atenten ahora de manera simbólica contra el régimen establecido en la Constitución. Está visto que los españoles somos un tanto inquietos y propicios a cambios que alteren nuestra estabilidad. De ahí las manifestaciones de tinte republicano que hoy aparecen como reflejo de un cansancio por la normalidad establecida y un afán de renovaciones impulsadas por arriesgadas inquietudes.
P.- ¿El debate entre monarquía y república conduce a algo positivo para la libertad y el bienestar de los españoles?
R.- El debate entre monarquía y república parece inútil e inoportuno[...] Puede decirse que la Monarquía es un régimen anticuado, pero es peligroso tratar de modernizarlo en exceso. La antigüedad es uno de los factores que la caracterizan y si la privamos de ciertas características tradicionales perderá su carácter, valor y eficacia. No nos pasemos en la modernización y pensemos siempre en la ejemplaridad.
No olvidemos tampoco que el Rey, aunque en una Monarquía parlamentaria tiene reducidos sus poderes, conserva algunos muy importantes, quizá por poco determinados y concretos, como es el de arbitrar y moderar el regular funcionamiento de las instituciones, cuyo ejercicio puede ser una verdadera obra de arte. También es importante la representación de España en el extranjero que corresponde al Monarca y que, junto con la Reina Sofía, ejerce con extraordinaria eficacia.
P.- La República se ha presentado falsamente con superioridad moral, como sinónimo de libertad, progreso y bienestar, mientras se ha denigrado a la restauración monárquica que intentó una incipiente democracia, economía de mercado y proyección exterior.
R.- Es evidente que no podemos considerar como ejemplar [...] el limitado sistema de libertades entonces vigente. [...] Lo que se entendieron como valores republicanos puede decirse que están vigentes en España desde la Transición y el Rey ha sido una personalidad destacada para amparar el cambio y mantener los principios contenidos en la Constitución.
P.- ¿Qué opina de la pretensión de los nacionalistas y sectores de la izquierda de hacer de España una nación de naciones sostenida en un pacto de la Corona?
R.- Yo pienso que a España le basta con ser una nación y no una nación de naciones. No me imagino para qué serviría, en este último caso, un pacto con la Corona.
Alguien dijo que "un país que no tiene problemas se aburre mortalmente". Puede que sea cierto porque, al menos los españoles, hacemos grandes esfuerzos por no aburrirnos. Y uno de los problemas que contribuyen a ello es el de las aspiraciones separatistas e independentistas. [...]
En la Transición se consideró que las cuestiones de esa clase podrían solucionarse con el famoso "café para todos". Pero no todos se conformaron con el mismo café y las aspiraciones de disfrutar de más o de mejor clase no cesaron. [...] Sería conveniente encontrar y fijar límites que no se superaran y ambiciones que encontraran un fin. Siempre es aconsejable el diálogo, pero sólo sobre lo que es posible dialogar.
P.- Doce años después de la boda entre la Infanta Elena y don Jaime de Marichalar, ambos se han separado y se han convertido en una de las miles de parejas más de españoles que se rompen. ¿Le parece que esta conducta daña a la institución o, por el contrario, la humaniza, la aproxima a la sociedad?
R.- La ruptura, aunque calificada oficialmente de temporal, de la Infanta doña Elena y don Jaime de Marichalar es dolorosa, sobre todo desde el punto de vista de los hijos del matrimonio. Es cierto que la conducta de los padres les convierte en una más de las numerosas parejas de españoles que llegan a esa misma situación. Pero me cabe la duda de si esa pareja es como las demás y si su decisión la humaniza y la aproxima más a la sociedad. Tal vez la sociedad debería ser de otra manera.
P.- Cuando usted dejó la Zarzuela en 1993, el Príncipe de Asturias tenía 25 años y se empezaba a especular sobre sus novias. Isabel Sartorius fue la más conocida. ¿Cómo analizaba y actuaba la Casa del Rey, desde un punto de vista institucional, ante el importante asunto del matrimonio del heredero de la Corona y el de la reina consorte del futuro?
R.- Como es natural, el matrimonio del heredero de la Corona se consideraba en Zarzuela con gran interés, dada su trascendencia. Algunas de las relaciones de don Felipe se fueron eliminando por diversas causas personales. Pero siempre se juzgó como un tema importante para el porvenir de la institución, en el que parece necesario combinar un auténtico sentimiento de amor con otras circunstancias accesorias, más o menos importantes, pero también influyentes en la decisión y en el porvenir de la Monarquía.
P.- La transformación y modernización de la sociedad española durante los 32 años de reinado de Don Juan Carlos han sido extraordinarias [...] ¿Puede correr riesgos la institución que encarne el Príncipe si no está rodeada de cierta distancia, solemnidad, rígido protocolo y reconocimiento superior?
R.- Es indudable que la Monarquía tiene que acercarse cada vez más al pueblo sin mantener una rigidez excesiva ni un distanciamiento pronunciado. Pero, en todo caso, la virtud estriba en encontrar la frontera adecuada [...] para que los personajes reales no la traspasen y mantengan su ejemplo, su distinción y el respeto de los demás.
P.- Las Infantas doña Leonor y doña Sofía, hijas de los Príncipes de Asturias, son las primeras personas que garantizan la continuidad en el trono de España [...], pero antes hay que reformar la Constitución.
R.- La vigente Constitución ha dado preferencia al varón sobre la mujer en la sucesión a la Corona. Algo actualmente injusto [...] Para no tener que privar al varón que pudiera venir al mundo con el derecho de sucesión, la reforma debería hacerse antes. Habría que estudiar con detenimiento cómo llevar a efecto estas modificaciones constitucionales, pero siempre pensando como Montesquieu, que "las constituciones hay que tocarlas con manos temblorosas".
Extracto de uno de los capítulos de 'Sabino Fernández Campo. La sombra del Rey', de Manuel Soriano, que la editorial Temas de Hoy acaba de reeditar en versión actualizada.
Fuente:El Mundo

El Ayuntamiento turolense de Foz Calanda inicia los trámites para adoptar su escudo y su bandera

El Ayuntamiento de la localidad turolense de Foz Calanda ha iniciado los trámites para adoptar su escudo y su bandera, al publicar el correspondiente anuncio en el Boletín Oficial de Aragón (BOA) del pasado viernes, 14 de marzo.
El Consistorio expone al público el expediente durante 15 días hábiles a partir del 14 de marzo, para que los ciudadanos puedan presentar alegaciones y reclamaciones.
El alcalde de Foz Calanda, Ricardo Sancho Gimeno, presidió el Pleno municipal en el que los Grupos adoptaron esta decisión, como ya han hecho numerosos ayuntamientos de la Comunidad Autónoma.
Fuente:Terra