martes, marzo 18

'Es peligroso modernizar en exceso la Monarquía'


El 2008 en que Don Juan Carlos cumplirá 70 años y el heredero celebrará sus cuatro décadas, un tercer aniversario permite retratar y comprender la historia reciente de la Monarquía española: los noventa marzos de Sabino Fernández Campo, ex secretario general y ex jefe de la Casa Real.
Refugiado en su silencio, sus recuerdos y su feliz vida familiar, quien fue mano derecha del Rey cumple nueve décadas en plena forma intelectual y joven de espíritu. Principalmente gracias a su segunda esposa, María Teresa Alvarez, 27 años menor que él.
"Nos ayudará, tiene ojos de bueno", dijo ella cuando lo conoció. "Estuvo antipática, pero se lo puede permitir porque es guapa", fue la versión masculina del encuentro, en 1976. Se casaron dos décadas más tarde. Asturiana como él, María Teresa le ayudó a superar el trance de la muerte de sus hijas y es hoy compañera, confidente y albacea de los tantos secretos que trufan la memoria y el presente de Sabino Fernández Campo. Enigmas que ni su formación militar -llegó a teniente general-, ni sus estudios de Derecho ni su lealtad a la Corona le permitirán revelar.
De discreción bajo llave mientras dirigió los pasillos regios -desde el advenimiento de la democracia hasta 1993- y más aún desde que dejó de hacerlo, Sabino Fernández Campo ha decidido sin embargo compartir sus reflexiones sobre los retos, los peligros y las incertidumbres que rodean a la Familia Real.
PREGUNTA.- Declaraciones, manifiestos de abajo firmantes, conmemoraciones, algaradas callejeras ante los Príncipes, quema de retratos de los Reyes... Nunca ha habido una fiebre republicana como la del año pasado. ¿A qué se debe?
RESPUESTA.- Es una lástima que grupos minoritarios, pero cuyas acciones se difunden ampliamente, atenten ahora de manera simbólica contra el régimen establecido en la Constitución. Está visto que los españoles somos un tanto inquietos y propicios a cambios que alteren nuestra estabilidad. De ahí las manifestaciones de tinte republicano que hoy aparecen como reflejo de un cansancio por la normalidad establecida y un afán de renovaciones impulsadas por arriesgadas inquietudes.
P.- ¿El debate entre monarquía y república conduce a algo positivo para la libertad y el bienestar de los españoles?
R.- El debate entre monarquía y república parece inútil e inoportuno[...] Puede decirse que la Monarquía es un régimen anticuado, pero es peligroso tratar de modernizarlo en exceso. La antigüedad es uno de los factores que la caracterizan y si la privamos de ciertas características tradicionales perderá su carácter, valor y eficacia. No nos pasemos en la modernización y pensemos siempre en la ejemplaridad.
No olvidemos tampoco que el Rey, aunque en una Monarquía parlamentaria tiene reducidos sus poderes, conserva algunos muy importantes, quizá por poco determinados y concretos, como es el de arbitrar y moderar el regular funcionamiento de las instituciones, cuyo ejercicio puede ser una verdadera obra de arte. También es importante la representación de España en el extranjero que corresponde al Monarca y que, junto con la Reina Sofía, ejerce con extraordinaria eficacia.
P.- La República se ha presentado falsamente con superioridad moral, como sinónimo de libertad, progreso y bienestar, mientras se ha denigrado a la restauración monárquica que intentó una incipiente democracia, economía de mercado y proyección exterior.
R.- Es evidente que no podemos considerar como ejemplar [...] el limitado sistema de libertades entonces vigente. [...] Lo que se entendieron como valores republicanos puede decirse que están vigentes en España desde la Transición y el Rey ha sido una personalidad destacada para amparar el cambio y mantener los principios contenidos en la Constitución.
P.- ¿Qué opina de la pretensión de los nacionalistas y sectores de la izquierda de hacer de España una nación de naciones sostenida en un pacto de la Corona?
R.- Yo pienso que a España le basta con ser una nación y no una nación de naciones. No me imagino para qué serviría, en este último caso, un pacto con la Corona.
Alguien dijo que "un país que no tiene problemas se aburre mortalmente". Puede que sea cierto porque, al menos los españoles, hacemos grandes esfuerzos por no aburrirnos. Y uno de los problemas que contribuyen a ello es el de las aspiraciones separatistas e independentistas. [...]
En la Transición se consideró que las cuestiones de esa clase podrían solucionarse con el famoso "café para todos". Pero no todos se conformaron con el mismo café y las aspiraciones de disfrutar de más o de mejor clase no cesaron. [...] Sería conveniente encontrar y fijar límites que no se superaran y ambiciones que encontraran un fin. Siempre es aconsejable el diálogo, pero sólo sobre lo que es posible dialogar.
P.- Doce años después de la boda entre la Infanta Elena y don Jaime de Marichalar, ambos se han separado y se han convertido en una de las miles de parejas más de españoles que se rompen. ¿Le parece que esta conducta daña a la institución o, por el contrario, la humaniza, la aproxima a la sociedad?
R.- La ruptura, aunque calificada oficialmente de temporal, de la Infanta doña Elena y don Jaime de Marichalar es dolorosa, sobre todo desde el punto de vista de los hijos del matrimonio. Es cierto que la conducta de los padres les convierte en una más de las numerosas parejas de españoles que llegan a esa misma situación. Pero me cabe la duda de si esa pareja es como las demás y si su decisión la humaniza y la aproxima más a la sociedad. Tal vez la sociedad debería ser de otra manera.
P.- Cuando usted dejó la Zarzuela en 1993, el Príncipe de Asturias tenía 25 años y se empezaba a especular sobre sus novias. Isabel Sartorius fue la más conocida. ¿Cómo analizaba y actuaba la Casa del Rey, desde un punto de vista institucional, ante el importante asunto del matrimonio del heredero de la Corona y el de la reina consorte del futuro?
R.- Como es natural, el matrimonio del heredero de la Corona se consideraba en Zarzuela con gran interés, dada su trascendencia. Algunas de las relaciones de don Felipe se fueron eliminando por diversas causas personales. Pero siempre se juzgó como un tema importante para el porvenir de la institución, en el que parece necesario combinar un auténtico sentimiento de amor con otras circunstancias accesorias, más o menos importantes, pero también influyentes en la decisión y en el porvenir de la Monarquía.
P.- La transformación y modernización de la sociedad española durante los 32 años de reinado de Don Juan Carlos han sido extraordinarias [...] ¿Puede correr riesgos la institución que encarne el Príncipe si no está rodeada de cierta distancia, solemnidad, rígido protocolo y reconocimiento superior?
R.- Es indudable que la Monarquía tiene que acercarse cada vez más al pueblo sin mantener una rigidez excesiva ni un distanciamiento pronunciado. Pero, en todo caso, la virtud estriba en encontrar la frontera adecuada [...] para que los personajes reales no la traspasen y mantengan su ejemplo, su distinción y el respeto de los demás.
P.- Las Infantas doña Leonor y doña Sofía, hijas de los Príncipes de Asturias, son las primeras personas que garantizan la continuidad en el trono de España [...], pero antes hay que reformar la Constitución.
R.- La vigente Constitución ha dado preferencia al varón sobre la mujer en la sucesión a la Corona. Algo actualmente injusto [...] Para no tener que privar al varón que pudiera venir al mundo con el derecho de sucesión, la reforma debería hacerse antes. Habría que estudiar con detenimiento cómo llevar a efecto estas modificaciones constitucionales, pero siempre pensando como Montesquieu, que "las constituciones hay que tocarlas con manos temblorosas".
Extracto de uno de los capítulos de 'Sabino Fernández Campo. La sombra del Rey', de Manuel Soriano, que la editorial Temas de Hoy acaba de reeditar en versión actualizada.
Fuente:El Mundo