El gusto de los franceses por las polémicas bizantinas no les resta esmero a la hora de buscarse argumentos. El último es de carácter semántico. Nicolas Sarkozy dejó clara su ambición al acceder al Elíseo: «Ser el presidente del pueblo». Una semana después de su engalanada toma de posesión y tras un baño en alta mar con gafas de sol, unas vacaciones en yate, su footing diario y una entrada por las escaleras del palacio presidencial saltando en pantalones cortos, la elección de Philippe Warrin, fotógrafo de moda y famosos, para la confección del retrato oficial que colgará de todas las alcaldías del país ha desatado la guerra de los adjetivos. Sus partidarios opinan que Sarkozy obra cual presidente «popular», similar a sus votantes y que se comporta como cualquier hombre de su edad. Sus detractores lo acusan de haber optado por el «populismo». Y la mayoría está de acuerdo en tomarle prestada la palabra al inglés para definirlo como el primer jefe de Estado «people» (término usado en Francia para definir a los famosos).
«Popular», «populista» o «populachero», el caso es que la Presidencia ha entrado en una nueva época. Hubiera resultado inimaginable una estampa de Chirac con una camiseta de la Policía de Nueva York sudando la gota gorda en un parque parisiense. O un retrato de Mitterrand con su casco de ciclista y rodando con estrellas del ciclismo. Cuando muchos editorialistas se preguntaban si este gusto por mediatizarse fuera del rígido contorno republicano era excesivo, la elección de Warrin para su retrato oficial es la gota que ha colmado el vaso. «Sarkozy rompe el protocolo e inventa un estilo distendido», «acorde con la modernidad actual», opina Dominique Wolton, sociólogo experto en medios de comunicación. Otros han equiparado el perfil rompedor y, al mismo tiempo, familiar de Sarkozy con el de John F. Kennedy.
Firma de renombre de la agencia SIPA, Warrin es el fotógrafo oficial de «Star Academy» versión gala de «Operación Triunfo», y publica mensualmente en las mejores revistas femeninas. Su índice será el que apretará el disparador que inmortalizará para la posteridad al presidente. Su elección es una imposición de la primera dama, Cecilia Sarkozy. Warrin ya firmó el sobrio retrato empleado por Sarkozy en sus carteles de campaña y fue el único fotógrafo autorizado a registrar la velada electoral. Sarkozy no es, sin embargo, el primer «modelo» político de Warrin, que en el pasado retrató al dirigente socialista Dominique Strauss-Kahn.
El artista no cree que sea necesario retocar por ordenador el rostro del primer dirigente de Francia. «Viene de unas vacaciones y estará en plena forma. Tiene buena cara y está bastante bronceado», juzgó Warrin. «Sabe lo que quiere y sabe posar, pero se cansa enseguida. Hay que sacar el mejor partido a los pocos minutos de que dispone», comentó. El retrato final se hizo en la biblioteca del Elíseo, decorado que ya sirvió de fondo a las instantáneas oficiales de Charles de Gaulle, François Mitterrand y Georges Pompidou. La gran novedad de la escena es que una bandera europea acompañará a la tradicional enseña tricolor. Sarkozy no es el primer presidente de Francia en romper los moldes del posado oficial. Valéry Giscard d’Estaing apareció, en 1974, sobre una bandera francesa que inundaba todo el cuadro. Chirac fue el primero en preferir una foto al aire libre, para lo que eligió los tupidos jardines del Elíseo. Y también su fotógrafa, Bettina Rheims, ocupó los comentarios jocosos de una parte de los medios, pues la serie que la lanzó a la fama fue «Chambre close», de alto contenido erótico.