martes, septiembre 11

Esas manos...

Lejos de acercarme al ceremonial y protocolo religioso en el que las manos juegan, en todos los credos, un importante papel, o al denominado protocolo castrense en el que la uniformidad y el rigor limitan cada gesto, hoy voy a comentar el exceso de protagonismo que tienen, en algunos presentadores de televisión, estas partes finales de nuestras extremidades superiores.

Se confunde, frecuentemente, la naturalidad ante la cámara y la espontaneidad con la mala educación. Cuanto más se gesticula, señalando hacia el objetivo de la susodicha y por ende al espectador, más cercanía se cree alcanzar con el consumidor del producto televisivo. Se quiere tener razón a fuerza de gritar; se interpreta el tener una lengua viperina con ser un buen tertuliano, el sentarse bruscamente o dejarse caer de manera displicente en un sofá, con personalidad y, el mover las manos, como si se tuviera un tic nervioso, con erudición. Abundan los programas de entretenimiento en los que "hacer el indio" es la tónica dominante.
María del Pino Fuentes de Armas
Fuente:El día.es Criterios
Para ser presentador de la mayoría de los espacios en parrilla se exige hacer parapente, comer gusanos, bailar, tutear al interlocutor y hacer preguntas sin sentido a un ministro. Está de moda el mofarse de cualquier desliz que cometa un personaje popular o público, sin darse cuenta que, por nuestra condición de humanos, siempre podemos caer en una flaqueza, inadvertencia o error similar. Lejos de pasar de largo sobre la anécdota, se ceban en el protagonista y repiten una y otra vez la secuencia, alargándola, poniéndole efectos especiales, lesionando la imagen pública de una persona y atentando, en muchos casos, con cuestiones que afectan a su vida privada. Nada parece frenar a estos libelistas que no respetan ni a las Instituciones del Estado y mucho menos lo que éstas representan, erosionando el consenso de los credos en un país democrático. Se confunde el ejercicio de la libertad, es decir, el uso de hacer y decir cuanto no se oponga a las leyes y a las buenas costumbres, con ser un libertario.

Federico Fellini dijo: la televisión es el espejo donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural, y no andaba descaminado, basta con observar la programación de las televisiones públicas y privadas, similar en casi todas, para advertir esta derrota: telenovelas importadas, series españolas en las que en base al argumento de ser personajes de barrio se utiliza un lenguaje soez; otras de violencia desmedida; varias ambientadas en centros hospitalarios pero que son más de lo mismo; concursos en los que se fomenta el que nos entrometamos en la vida privada de las personas; programas de la llamada "prensa rosa" a cualquier hora del día; tertulianos en cuyos méritos figura el número de amantes, la paliza que le dio el último de ellos y las veces que le fue infiel con el palmero que iba en la gira…, otros que alardean de su condición sexual como si esto fuera un master de la Complutense; drogadictos que se arrepienten; cantantes y actores venidos a menos que airean sus amores, acusaciones, desmentidos y amenazas de querellas. Luego están las series juveniles en las que todo es "divino", las lecciones de sexo, las retransmisiones deportivas, los dibujos animados donde se pretende retratar una vida que no siempre es tan común, y esas noches de concursos interminables en las que el móvil se convierte en una fuente suculenta de ingresos. La televisión sigue soltando a borbotones una serie de improperios desde el mueble del salón. Afortunadamente existen el mando a distancia y la posibilidad de seleccionar dentro de la actual y pobre oferta de la programación el espacio que deseamos ver.
Poco teatro, del bueno; menos espectáculos de danza; nada de óperas o zarzuelas; apenas alguna película de actualidad; ausencia de entrevistas con rigor a gentes que tengan algo que decir; programas de tradiciones y folklore con esquema repetido y no siempre bien tratado; grandes conciertos de cuya existencia se sabe por la publicidad que insertan de los mismos y poco más.
Las cadenas se copian las unas a las otras, e incluso los concursos suelen tener patente o licencia de otros países en los que ya se están emitiendo los mismos programas. Por todo ello tendremos que pasar, es la historia de este medio de comunicación que alguien calificó de "caja tonta".
Volviendo a las manos, odio, abomino y execro de las personas que gesticulan con vehemencia, es el colmo de la falta de clase. También de las presentadoras que tocan todo el tiempo a su invitado en el deseo de solidarizarse con su problema, un gesto que resulta, a todas luces, artificial. A una señora se le conoce por sus manos, esas dos palomas, como dijo el poeta, con alas, casi etéreas, capaces de acunar y acariciar, que nunca deben ser ofensivas, moviéndose como aspas de molino frente a una quijotesca cámara que alza su vuelo para retratar la realidad que pretenden acercarnos los bustos parlantes cargados de maquillaje que, a falta de léxico o criterio, gesticulan continuamente en un vano intento de convencer.