Desde niño, a Carlos López-Fanjul de Argüelles le llamaron la atención los escudos: el de la casa de la Rúa, los de la Catedral o San Tirso. Desde hace 15 años, este asturiano, afincado en Madrid y catedrático de Genética de la Universidad Complutense, se propuso realizar un estudio de la heráldica de la región. Este año verá la luz en forma de libro. Lleva el título 'Águilas, lises y palmerines. Orígenes y evolución de la heráldica asturiana'. Es la distinción que supone ganar el XI premio Adolfo Quirós Fernández.
-¿Se esperaba el premio?
-No, y estoy tremendamente contento y agradecido a la Librería Cervantes y al jurado.
-¿Cómo un catedrático de Genética se dedica a estudiar los escudos?
-Estamos acostumbrados a verlos paseando por el casco antiguo, y hasta ahora ha sido un documento poco estudiado.
-Cuénteme alguna peculiaridad.
-Analizo aspectos como la influencia de la literatura medieval en la creación de escudos asturianos.
-¿Por ejemplo?
-Se sacaban de novelas de caballerías como 'El Palmerín de Inglaterra o 'Tirante el blanco'. Además, los escudos dicen muchas cosas sobre cómo era la mujer.
-¿Y cómo era?-Lo normal es que estos escudos estuvieran en sepulturas.
Por ejemplo, en Castilla aparece el marido sólo con su escudo y la mujer incluye el del marido junto con el suyo, y tiene preferencia el del hombre. En Asturias, el hombre pone el suyo, la mujer el de ella, y los dos combinan ambos. Eso da una idea de que la mujer era más sólida al otro lado del monte.
-¿Qué escudo le haya llamado más la atención?-Hay uno de finales del siglo XVI de Pedro Fernández Rayón en el que aparece un barco donde está el señor Rayón y debajo, el mar sembrado de peces raya.
-Muy ilustrativo.
-Claro, entonces la sociedad era analfabeta.
La gente se representaba a través de símbolos, era la única forma de autentificar documentos. Cuando el texto se sustituye por la firma, la heráldica deja de tener utilidad.-Pero los escudos están reservados para la nobleza.-Ésa es una leyenda falsa. La heráldica jamás fue para la nobleza, estaba al alcance de todas las personas.
Pero la gente creía que tener un escudo era ser noble y se lo inventaban aunque decían que era heredado. De hecho, la mayor parte de los escudos asturianos se inventaron por esa razón. En el siglo XV había unos 40, a finales del XVI, más de 200; y en el XVIII, por lo menos 400.
Fuente:El Comercio