martes, noviembre 20

Los primeros doctorados honoris causa en la Universidad de Salamanca (1922-1934)

La investidura de doctores honoris causa es sin duda la manifestación más conocida en el ámbito de las ceremonias que se desarrollan en las universidades de todo el mundo. Los medios de comunicación dan cuenta con frecuencia de la concesión de este galardón a personalidades de muy diversa índole, a veces acompañada de cierta polémica por la trayectoria vital del galardonado, muchas veces alejada del mundo académico.
En estas líneas, se aborda muy brevemente cómo se llevaron a efecto las ceremonias correspondientes a los seis doctores honorarios de la Universidad de Salamanca cuyo nombramiento se produjo antes del franquismo; en un contexto ciertamente distinto al actual y con un desarrollo que hoy pudiera sorprendernos.
En el caso de la Universidad en España y sin perjuicio de antecedentes como el del general Thiébault nombrado en 1811 “individuo honorario y doctor benemérito” de la Universidad de Salamanca; los primeros doctores honoris causa se sitúan en el contexto de los estatutos universitarios de 1921, redactados a raíz del decreto del ministro Silió de mayo de 1919 que regulaba la autonomía de las universidades españolas.
Al médico cántabro afincado en Argentina, Avelino Gutiérrez, cabe el honor de ser el primer doctor honoris causa en nuestro país. Su nombramiento fue acordado por el Claustro de la Universidad Central de Madrid el 24 de febrero de 1920 y la investidura tuvo lugar unos días después el 29 de febrero. (Foto 1).
Es conocido que Santa Teresa de Jesús es la primera honoris causa en nuestra Universidad, única mujer que ha obtenido hasta hoy tal distinción, con la excepción de la científica noruega Kirsten Kjelsberg Osen, que lo recibió en una ceremonia que tuvo lugar el 18 de abril de 1997, y la doctora María Telo Núñez cuyo nombramiento fue aprobado en el Consejo de gobierno de la Universidad el 26 de septiembre de 2007.
El obispo de Salamanca, Julián de Diego y García de Alcolea, quiso que las fiestas del III Centenario de la canonización de Teresa de Cepeda, celebradas en 1922, tuvieran todo el esplendor posible, contando incluso con la presencia de los reyes y el jefe del Gobierno. Además dirigió al rector y al claustro una solicitud para que la imagen de la santa pudiese ostentar las insignias doctorales y su petición obtuvo respuesta positiva y la oportuna aprobación por el Claustro pero, como recoge la prensa local, “sin representación de antiguos ceremoniales”. La comisión que informó la petición del prelado creyó conveniente iniciar el ejercicio de la potestad que permitía el nuevo estatuto de la Universidad con la figura de la santa y la investidura se desarrolló en dos actos celebrados los días 6 y 8 de octubre de 1922.
El primero de ellos tuvo lugar en el Paraninfo presidido por Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia y -sin imponer ninguna insignia doctoral- se sucedieron los discursos del rector Luis Maldonado; del obispo salmantino, que dio lectura a un escrito de cómo hubiera respondido Santa Teresa al galardón; Remigio Gandásegui, arzobispo de Valladolid; José Sánchez Guerra, presidente del Gobierno y, por último, intervino el rey. Resulta paradójico que en la fecha del acto, la autonomía universitaria ya se había suspendido y así lo indicó el propio rector al monarca, haciendo constar que “en el breve tiempo que estuvo vigente, no hizo colación de otro grado que el que afirmó sobre las sienes de Teresa de Jesús la borla, que, desde tiempo inmemorial, venía siendo gala de sus imágenes”
El día 8 de octubre, una comisión del claustro acompañó a los reyes a la basílica de Alba de Tormes y allí la imagen de Santa Teresa que conservan las Madres Carmelitas recibió del rey una pluma de oro, así como un birrete de joyería donado por las damas salmantinas, que organizaron una suscripción que recaudó diez mil quinientas pesetas con noventa y cinco céntimos. (Foto 2)



La Universidad ofreció un pergamino obra del dibujante Ochoa, un ejemplar fue entregado por la reina Victoria Eugenia para la comunidad carmelita y otra copia se encuentra hoy en la entrada de la capilla de San Jerónimo del edificio de las Escuelas Mayores.
Cuatro años después –el galardón no era tan frecuente como en la Universidad de hoy- se otorga un nuevo doctorado honoris causa. En esta ocasión corresponde al general Primo de Rivera, en plena dictadura, como agradecimiento de la Universidad por la resolución del pleito que permitió a la institución salmantina recuperar los fondos retenidos en el Banco de España desde 1871 y que eran reclamados desde 1904.
La fecha escogida fue el primero de octubre de 1926, coincidiendo con la apertura del curso académico. La ceremonia fue presidida por el general, que estuvo acompañado de Eduardo Callejo y del conde de Guadalhorce, ministros de Instrucción Pública y Fomento respectivamente. Además se dieron cita los rectores de todas las universidades españolas, y contó con la adhesión de numerosas universidades extranjeras.
El ministro Callejo declaró abierta la sesión y los decanos de Derecho, Letras, Ciencias y Medicina salieron a buscar al general que se hallaba fuera de la sala acompañado por el rector de la Universidad, Enrique Esperabé de Arteaga, y el propio ministro sería el encargado de entregar la medalla y la borla, como símbolos externos del título de doctor honoris causa.
James Brown Scott, presidente de la Sociedad Americana de Derecho Internacional y profesor en varias universidades estadounidenses, y Benjamín Fernández Medina ex ministro de Uruguay y plenipotenciario en España recibieron de manera conjunta el galardón el día 10 de noviembre de 1927, con motivo de la inauguración de la Cátedra Francisco de Vitoria de Derecho Internacional. El acto fue presidido por el ministro Callejo, a quien acompañaban en la mesa presidencial los nuevos doctores, el presidente de la Asamblea Nacional y de la asociación, José de Yanguas; el embajador de Estados Unidos, el doctor Barbosa Magalhaes de la Universidad de Lisboa y el Duque de Alba. Por su parte, el rector Esperabé de Arteaga ocupó el primer banco de la derecha, precediendo a las autoridades provinciales. (Foto 3).




La ceremonia de investidura del profesor Heinrich Finke, catedrático de Historia de la Universidad de Friburgo, tuvo lugar en un acto sumamente sencillo que se celebra el día 11 de abril de 1931, casi dos años después de su aprobación por el claustro el 21 de noviembre de 1929. Es escasa la documentación conservada, así como el eco que tuvo en la prensa local. Se celebró esta vez en la Sala de Juntas del Rectorado “con severa solemnidad”, presidido por el vicerrector Esteban Madruga y contó con la presencia del conde von Welezck, embajador alemán en España.
Para concluir este breve recorrido llegamos al único doctorado honoris causa conferido en Salamanca durante la Segunda República, otorgado en 1934 a Enrique de Castro, director de la Facultad de Letras de la Universidad de Coimbra. La solemnidad tuvo lugar el 30 de septiembre coincidiendo con el homenaje nacional al entonces rector, Miguel de Unamuno. El ministerio de Instrucción pública dictó una Orden disponiendo que no se celebrasen los habituales actos de apertura del curso, para que profesores y alumnos de toda España pudiesen asistir al acto en honor de don Miguel.
La solemnidad contó con la presencia del presidente Alcalá Zamora; Ricardo Samper presidente del Consejo; los ministros de Estado y de Instrucción Pública, Leandro Pita y Filiberto Villalobos; y el rector de Coimbra.


Declarado abierto el acto por el Presidente de la República, el secretario general de la Universidad, Eleuterio Población, dio lectura del acta de concesión del título de doctor honoris causa al director de la facultad de Letras de Coimbra, Eugenio de Castro. Terminada la lectura, y en medio de una estruendosa ovación, don Miguel de Unamuno colocó al nuevo doctor la medalla de claustral. En el acto, tras las palabras del rector salmantino que pronuncio su última lección; el ministro Villalobos presentó a Alcalá Zamora dos decretos correspondientes a la jubilación de Unamuno y a su nombramiento rector vitalicio, creando una cátedra con el nombre del rector, que también se asignaba al Instituto de segunda enseñanza de la capital bilbaína. El presidente Alcalá Zamora cerró el acto, antes de que los presentes se dirigieran a la actual facultad de Filología para descubrir el busto de Miguel de Unamuno, obra del escultor Victorio Macho. (Foto 4).
Esta rápida panorámica de nuestros primeros doctores honoris causa pone de manifiesto una realidad relativamente reciente en España que muestra, como pocas, las relaciones que la Universidad mantiene no sólo con sus ámbitos propios de la docencia y la investigación, sino también con el entorno socio-político de cada momento histórico. En ese camino, la conmemoración de determinados momentos o el reconocimiento de personalidades concretas exige –en el pasado y en nuestros días- una reflexión crítica sobre los símbolos que es preciso poner en juego para preservar y actualizar de manera adecuada la rica herencia de su patrimonio ceremonial.
Foto 1. Doctorado honoris causa de Avelino Gutiérrez (Revista "Blanco y Negro").
Foto 2. Doctorado honoris causa de Santa Teresa de Jesús ("ABC").
Foto 3. Doctorado de Brown Scott y Fernández Medina (Foto Venancio Gombau - Filmoteca de CyL).
Foto 4. Discurso de Camón Aznar en el descubrimiento del busto de Miguel de Unamuno ("El Adelanto").
Fuente:JERÓNIMO HERNÁNDEZ DE CASTRO
Jefe de Protocolo. Gabinete de Comunicación y Protocolo
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Universidad de Salamanca