Las normas de cortesía, las formas de vestir, los gestos protocolarios y las actitudes hacia otras personas, establecen permanentemente los comportamientos de los individuos en los grupos. ç
Al respecto, en un párrafo de su tesis doctoral la socióloga francesa Michelle Jacquet-Montreuil, afirma que la adquisición de estos ritos es cultural y varía según los grupos sociales, manteniendo cada uno sus códigos. Pero en todas las sociedades, cada grupo que evidencie sus propios códigos frente a otros, no debe olvidar la deferencia y el respeto hacia el “próximo”, es decir el prójimo.
Los rituales sociales aparecen, entonces, como un medio simbólico de canalizar las emociones, de regular los comportamientos, de evitar aquello que puede perturbar los pequeños o grandes momentos de la existencia. No son la herencia de un pasado, y por lo tanto fuera de moda, son el medio esencial de regular los numerosos actos de la vida social: fiestas, aniversarios, deportes…
En el mundo empresarial se ha impuesto el “almuerzo de negocios” quizás por el frenesí de los tiempos que corren o quizás por aquello de “te invito a almorzar y conversamos”.
Jean Anthelme Brillant-Savarin, gastrónomo francés, autor del libro “Fisiología del gusto”, dijo: "El placer de la mesa pertenece a todas las edades, a todas las condiciones, a todos los países y a todos los días".
Así, teniendo en cuenta lo dicho por Savarin “el placer de la mesa”, se plantea aquí la pregunta que da el título a este artículo: ¿almuerzo o negocios?.
Como hemos afirmado, cada vez que nos sentamos a la mesa ya sea para desayunar, almorzar o cenar experimentamos un ritual y depende de nosotros que el mismo sea placentero o no.
La mesa no es solamente un mueble que utilizamos según nuestras necesidades. La mesa es un nexo entre las personas, allí trabajamos en equipo, estudiamos, compartimos un café mientras conversamos y también negociamos. En este punto es prudente aclarar que negociar no es lo mismo que hacer negocios. Un negociador experimentado sabe que nunca negociará mientras almuerza. ¿Por qué? Porque en la acción de negociar, se entretejen múltiples variables que ningún negociador puede permitirse ignorar: emociones, información entre líneas que brinda la otra parte, datos financieros o económicos, por ejemplo.
La negociación en sí misma necesita un tiempo, un espacio, un lugar y una preparación especial.
Sin embargo, la realidad muestra que en el ámbito de los negocios es habitual invitar o asistir a la reunión que en ceremonial empresarial se conoce como “almuerzo de negocios”.
Aquí es preciso realizar una digresión. Cuando se hace referencia al ceremonial aplicado a la empresa, lo correcto es decir “ceremonial empresarial” y no “ceremonial empresario” pues, empresario es la persona que conduce o dirige una empresa o quien hace negocios.
Organizando un almuerzo de negocios
Desde el punto de vista protocolar, existen ciertas reglas que se deben tener en cuenta al momento de organizar el encuentro.
Elegir con prudencia, sobriedad y buen gusto un restaurante que ofrezca un menú de estilo internacional y precio moderado.
Se deben evitar los lugares de moda con un menú también de moda donde, generalmente, los precios son elevados y salvo honrosas excepciones el servicio suele ser mediocre. No se debe olvidar que no a todas las personas les gusta el sushi.
Una vez elegido el lugar es conveniente, si es posible, concurrir personalmente o enviar a un asistente de confianza con el fin de mantener una breve conversación con el maître y poder elegir la mesa más adecuada dentro del salón, apartada tanto de la cocina como de los toilettes.
Se revisará el menú y la carta de vinos, si es que el anfitrión acostumbra beberlo en sus almuerzos. Quizás lo más adecuado sea no incluir bebidas alcohólicas, ya que luego se debe continuar trabajando.
Si todo está en orden, el sentido común indica que es el momento de realizar la reserva, precisando fecha, horario y cantidad de personas que concurrirán.
Si por alguna razón, es necesario modificar alguno de los datos de la reserva, por ejemplo la cantidad de comensales, se comunicará al restaurante este cambio. Resulta muy desprolijo que al llegar a la mesa, excedan sitios de comensal o lo que es peor que falten.
Con respecto a la elección de los platos existen reglas gastronómicas y religiosas que no se deben ignorar. En una comida no deben repetirse dos platos con el mismo tipo de cocción o bien ofrecer cerdo o bebidas alcohólicas a aquellas personas cuya religión se lo prohíbe.
Por ninguna razón se repetirán los mismos ingredientes aunque estén preparados de distinta manera.
Si un menú comienza con fruta, no debe incluirse en el plato principal ni en el postre otras variedades.
¿Qué indica la etiqueta?
Al hacer referencia a la etiqueta se hará alusión a las reglas o normas que rigen en cuanto al comportamiento tanto del anfitrión como del invitado.
El día del almuerzo, el anfitrión llegará al restaurante con quince minutos de anticipación para prever cualquier contingencia y esperará a su invitado en la recepción del local.
El invitado deberá ser extremadamente puntual, no debe llegar corriendo sino por el contrario tranquilo y transmitiendo a través de su lenguaje corporal serenidad, seguridad y confiabilidad.
El anfitrión no comenzará inmediatamente a hablar de negocios, y si su invitado intenta hacerlo tratará elegantemente de dilatar todo lo posible el tratamiento de los mismos hasta la hora de los postres y el café.
El objetivo perseguido con esta estrategia, consiste en permitir que el agasajo a los sentidos que produce una buena comida y/o una buena bebida, favorezca la creación de un clima de cordialidad y empatía que permita como dice el antropólogo y negociador William Ury: “tender un puente de plata hacia la otra persona”.
Los aficionados al cine recordarán el film “La fiesta de Babette”, en el que precisamente se pone de relieve cómo los placeres culinarios humanizan y acercan a aquellas personas rígidas y formadas en un espíritu puritano y austero.
Como conclusión, un almuerzo de negocios bien concebido, planificado y ejecutado, puede transformarse en una herramienta útil y aceptada culturalmente para obtener un doble propósito: lograr las metas de negocios y a la vez afianzar una relación perdurable, que contemple a la persona no como un medio para la obtención de rédito económico, sino como un fin en sí mismo.
Edith Pardo San Martín*
*ESPECIALISTA UNIVERSITARIA EN PROTOCOLO Y CEREMONIAL DEL ESTADO E INTERNACIONAL, Universidad de Oviedo del Principado de Asturias en convenio con la Escuela Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores de España. Directora de CHARME-Consultoría en Imagen, Comunicación, Protocolo. Asesora de marcas de lujo. Docente universitaria en carreras de grado y postgrado. Ha escrito numerosos artículos de su especialidad y ha participado programas de radio y televisión. charme@charmeimagen.com.ar
Al respecto, en un párrafo de su tesis doctoral la socióloga francesa Michelle Jacquet-Montreuil, afirma que la adquisición de estos ritos es cultural y varía según los grupos sociales, manteniendo cada uno sus códigos. Pero en todas las sociedades, cada grupo que evidencie sus propios códigos frente a otros, no debe olvidar la deferencia y el respeto hacia el “próximo”, es decir el prójimo.
Los rituales sociales aparecen, entonces, como un medio simbólico de canalizar las emociones, de regular los comportamientos, de evitar aquello que puede perturbar los pequeños o grandes momentos de la existencia. No son la herencia de un pasado, y por lo tanto fuera de moda, son el medio esencial de regular los numerosos actos de la vida social: fiestas, aniversarios, deportes…
En el mundo empresarial se ha impuesto el “almuerzo de negocios” quizás por el frenesí de los tiempos que corren o quizás por aquello de “te invito a almorzar y conversamos”.
Jean Anthelme Brillant-Savarin, gastrónomo francés, autor del libro “Fisiología del gusto”, dijo: "El placer de la mesa pertenece a todas las edades, a todas las condiciones, a todos los países y a todos los días".
Así, teniendo en cuenta lo dicho por Savarin “el placer de la mesa”, se plantea aquí la pregunta que da el título a este artículo: ¿almuerzo o negocios?.
Como hemos afirmado, cada vez que nos sentamos a la mesa ya sea para desayunar, almorzar o cenar experimentamos un ritual y depende de nosotros que el mismo sea placentero o no.
La mesa no es solamente un mueble que utilizamos según nuestras necesidades. La mesa es un nexo entre las personas, allí trabajamos en equipo, estudiamos, compartimos un café mientras conversamos y también negociamos. En este punto es prudente aclarar que negociar no es lo mismo que hacer negocios. Un negociador experimentado sabe que nunca negociará mientras almuerza. ¿Por qué? Porque en la acción de negociar, se entretejen múltiples variables que ningún negociador puede permitirse ignorar: emociones, información entre líneas que brinda la otra parte, datos financieros o económicos, por ejemplo.
La negociación en sí misma necesita un tiempo, un espacio, un lugar y una preparación especial.
Sin embargo, la realidad muestra que en el ámbito de los negocios es habitual invitar o asistir a la reunión que en ceremonial empresarial se conoce como “almuerzo de negocios”.
Aquí es preciso realizar una digresión. Cuando se hace referencia al ceremonial aplicado a la empresa, lo correcto es decir “ceremonial empresarial” y no “ceremonial empresario” pues, empresario es la persona que conduce o dirige una empresa o quien hace negocios.
Organizando un almuerzo de negocios
Desde el punto de vista protocolar, existen ciertas reglas que se deben tener en cuenta al momento de organizar el encuentro.
Elegir con prudencia, sobriedad y buen gusto un restaurante que ofrezca un menú de estilo internacional y precio moderado.
Se deben evitar los lugares de moda con un menú también de moda donde, generalmente, los precios son elevados y salvo honrosas excepciones el servicio suele ser mediocre. No se debe olvidar que no a todas las personas les gusta el sushi.
Una vez elegido el lugar es conveniente, si es posible, concurrir personalmente o enviar a un asistente de confianza con el fin de mantener una breve conversación con el maître y poder elegir la mesa más adecuada dentro del salón, apartada tanto de la cocina como de los toilettes.
Se revisará el menú y la carta de vinos, si es que el anfitrión acostumbra beberlo en sus almuerzos. Quizás lo más adecuado sea no incluir bebidas alcohólicas, ya que luego se debe continuar trabajando.
Si todo está en orden, el sentido común indica que es el momento de realizar la reserva, precisando fecha, horario y cantidad de personas que concurrirán.
Si por alguna razón, es necesario modificar alguno de los datos de la reserva, por ejemplo la cantidad de comensales, se comunicará al restaurante este cambio. Resulta muy desprolijo que al llegar a la mesa, excedan sitios de comensal o lo que es peor que falten.
Con respecto a la elección de los platos existen reglas gastronómicas y religiosas que no se deben ignorar. En una comida no deben repetirse dos platos con el mismo tipo de cocción o bien ofrecer cerdo o bebidas alcohólicas a aquellas personas cuya religión se lo prohíbe.
Por ninguna razón se repetirán los mismos ingredientes aunque estén preparados de distinta manera.
Si un menú comienza con fruta, no debe incluirse en el plato principal ni en el postre otras variedades.
¿Qué indica la etiqueta?
Al hacer referencia a la etiqueta se hará alusión a las reglas o normas que rigen en cuanto al comportamiento tanto del anfitrión como del invitado.
El día del almuerzo, el anfitrión llegará al restaurante con quince minutos de anticipación para prever cualquier contingencia y esperará a su invitado en la recepción del local.
El invitado deberá ser extremadamente puntual, no debe llegar corriendo sino por el contrario tranquilo y transmitiendo a través de su lenguaje corporal serenidad, seguridad y confiabilidad.
El anfitrión no comenzará inmediatamente a hablar de negocios, y si su invitado intenta hacerlo tratará elegantemente de dilatar todo lo posible el tratamiento de los mismos hasta la hora de los postres y el café.
El objetivo perseguido con esta estrategia, consiste en permitir que el agasajo a los sentidos que produce una buena comida y/o una buena bebida, favorezca la creación de un clima de cordialidad y empatía que permita como dice el antropólogo y negociador William Ury: “tender un puente de plata hacia la otra persona”.
Los aficionados al cine recordarán el film “La fiesta de Babette”, en el que precisamente se pone de relieve cómo los placeres culinarios humanizan y acercan a aquellas personas rígidas y formadas en un espíritu puritano y austero.
Como conclusión, un almuerzo de negocios bien concebido, planificado y ejecutado, puede transformarse en una herramienta útil y aceptada culturalmente para obtener un doble propósito: lograr las metas de negocios y a la vez afianzar una relación perdurable, que contemple a la persona no como un medio para la obtención de rédito económico, sino como un fin en sí mismo.
Edith Pardo San Martín*
*ESPECIALISTA UNIVERSITARIA EN PROTOCOLO Y CEREMONIAL DEL ESTADO E INTERNACIONAL, Universidad de Oviedo del Principado de Asturias en convenio con la Escuela Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores de España. Directora de CHARME-Consultoría en Imagen, Comunicación, Protocolo. Asesora de marcas de lujo. Docente universitaria en carreras de grado y postgrado. Ha escrito numerosos artículos de su especialidad y ha participado programas de radio y televisión. charme@charmeimagen.com.ar