domingo, marzo 18

«Los políticos dependen más que nunca de sus asesores y del protocolo»

Pocas personas saben tanto de las interioridades del poder municipal de la capital como esta mujer de sesenta y seis años. Más de un político local se encomendaría a las imprentas si Margarita Ruiz Schrader se decidiera algún día a redactar sus memorias, y a buen seguro que agradecería eternamente que lo hiciera en cualquiera de los tres idiomas extranjeros que domina. Pero las vivencias están aún muy frescas y no es el momento de las frases comprometidas, sino de echar un vistazo a las dos últimas décadas y decir que todo el esfuerzo ha merecido la pena. Eso hace la ex jefa de Protocolo del Ayuntamiento en esta entrevista concedida a ABC.
-¿Escribirá usted alguna vez un libro contando lo que sabe de los alcaldes?
-No me comprometo a ello, la verdad.
-Porque una jefa de protocolo verá y se enterará de muchas cosas que tiene que callarse, ¿no?
-Yo, como funcionaria que he sido, estoy obligada a cumplir un código de conducta que, entre otras cosas, me impide usar la información a la que he tenido acceso. Pero, evidentemente, mi trabajo ha estado desde 1984 muy cerca del poder y una ve cosas. Para mí ha sido una etapa apasionante, sobre todo por lo que ha evolucionado la sociedad en estos años. Ahora todo es más complejo. Sólo hay que mirar lo que nos han cambiado la vida las tecnologías: yo entré en el Ayuntamiento cuando aún se usaban las máquinas de escribir, el papel carbón y el «típex». Después fue un logro conseguir un fax, y ahora resulta que casi no se usa porque tenemos el correo electrónico. Todo ello ha provocado que el trabajo se haya multiplicado y que una haya sido cada vez más exigente con él.
-¿Cree usted que esas transformaciones a las que se refiere han colaborado con la mediatización del discurso político?
-Puede ser. Lo que sí es cierto es que, ahora, los políticos dependen mucho más que antes de las apariciones públicas y, por ello, están más necesitados que nunca de los profesionales del protocolo y de sus asesores. Pero quiero dejarle claro que los especialistas en protocolo estamos siempre en segunda fila; somos como los tramoyistas, porque nuestro trabajo es como invisible, no es público, pero sí muy necesario.
-¿En la política de hoy importan más los gestos que los hechos?
-Es cierto que se trabaja mucho a golpe de efecto, pero eso no quiere decir que detrás no haya nada. Esa parte de detrás del telón no la conozco.
-En este sentido, hay un dato revelador: la alcaldesa, Rosa Aguilar, tiene casi tantos periodistas a su servicio como concejales en su grupo político.
-Yo no diría que tiene tantos. Pero lo que sí me gustaría subrayar en que el primer alcalde que tuvo a un asesor de comunicación fue Rafael Merino, y en Protocolo nos quedamos sorprendidos, aunque luego entendimos que era un signo de que las cosas estaban cambiando.
-¿Qué ha aprendido usted del poder al estar tantos años cerca de él? ¿Cambia a la gente?
-De lo que me he dado cuenta es de que detrás de cada político, de cada gobernante, hay un ser humano, nada más. En el poder he conocido a gente con una talla humana impresionante y a otra que no es nada del otro mundo. El poder es un reflejo de la sociedad, y las personas que lo ostentan son tan estimulantes o decepcionantes como ésta.
-¿Qué hay más en la política, miseria o grandeza?
-Se puede hacer tabla rasa. La política es un servicio público y algunos lo entienden perfectamente y ejercen esa actividad noble, entendida como vocación y no como profesión. El balance que yo hago, en cualquier caso, es positivo.
-¿A cuántos alcaldes ha sacado de un apuro protocolario?
-Yo no hablaría de apuros, porque cuando las cosas están bien preparadas no tiene por qué haber ningún problema. Luis del Olmo, que me parece un gran periodista, dijo una vez que la mejor improvisación es un buen guión. Por eso nosotros lo tenemos todo previsto en los actos. La gente está en un error cuando dice que, por ejemplo, los Reyes se han saltado el protocolo y se han acercado al público en un acto en la calle. Esos gestos a los que acostumbran Sus Majestades están previstos, porque romper el protocolo es una cosa muy seria y puede causar conflictos entre instituciones o a nivel internacional.
-¿Usted ha sufrido alguno?
-No.
-Una curiosidad: ¿Quién decide en el Ayuntamiento colocar junto a la Corporación local, entre otros, al presidente de la Federación de Peñas cuando vienen los Reyes?
-A ese señor nunca se le ha puesto en la línea de saludo de las autoridades. Ahí no puede estar. Otra cosa es que esté en el salón de plenos como representante de la sociedad civil, como lo están los representantes vecinales y de las cofradías.
-¿Podría glosar el recuerdo más significativo que guarda de cada uno de los cinco alcaldes para los que ha trabajado? Empiece, si le parece, por el primero, Julio Anguita.
-Yo comencé a trabajar con él. Nunca había conocido a un alcalde en persona. Julio Anguita me enseñó lo que era ser jefa de Protocolo, y además con esa manera indirecta suya de decir las cosas. Trabajé muy bien con él. Recuerdo una anécdota de 1985, cuando yo estaba recién llegada, que ocurrió en un almuerzo celebrado tras la inauguración de la plaza de la Marina Española [en el Parque Figueroa] del Jefe de Estado Mayor de la Armada. Ya al final de los postres, Anguita se dirigió a mí, que estaba a cierta distancia, y me dijo «Margarita, cuando usted diga». Yo le respondí: «Señor alcalde, cuando usted disponga». Entonces aprendí lo que significaba ser jefe de protocolo: marcar los ritmos y no esperar a que alguien los imponga.
-¿Con qué se queda de Herminio Trigo?
-Cuando tomó posesión de su puesto ya lo conocía por su labor como primer teniente de alcalde con Anguita. Herminio era muy respetuoso y se trabaja también muy bien con él. Con él, en cierto modo, comenzó la modernización de la ciudad, ejemplificada en la estación del AVE.
-El mandato de Manuel Pérez fue breve, de sólo unos meses.
-Sí, pero no olvido su discreción, su carácter tan respetuoso. De Rafael Merino subrayaría la incorporación a su equipo de un periodista que se ocupaba de los temas de comunicación.
-¿Y qué tal le ha ido con Rosa Aguilar?
-Ha sido la primera mujer que ha llegado a la Alcaldía y es muy exigente consigo misma, y eso le lleva a serlo también con todo su entorno y con todo su equipo.
-¿Ha sido ella la más exigente con el trabajo que usted desempeñaba?
-Es posible, pero quizás en eso haya tenido que ver con que las tareas se han multiplicado por el efecto de las nuevas tecnologías, que ya he citado. Además, yo no soy ahora ni sombra de lo que era cuando llegué al Ayuntamiento. Me da la impresión de que cuando he empezado a saber algo es cuando me he marchado.
-En sus veintidós años de servicio al Ayuntamiento, ¿ha llegado a la conclusión de que los cordobeses tienen los políticos que se merecen?
-Lo primero que habría que preguntarse es qué nivel de ciudadanos tenemos aquí. Los políticos, ya lo he dicho, son un reflejo de la sociedad.
-Hablemos de la capital. ¿Cómo la ha visto cambiar, transformarse?
-Muy lentamente. No sé si demasiado. Aquí hay un espíritu más bien sosegado. Además, en Córdoba hay una cierta propensión a que los cambios no gusten, porque parece que dan miedo. La gente prefiere quedarse como está: «Virgencita, déjanos como estamos», deben de pensar. También hay que reconocer que existe un sector de la población muy interesante, en particular de gente joven, que destaca en las artes, entre otros campos. Eso es un potencial muy fuerte que hay que aprovechar.
-¿Que Córdoba es conocida en el extranjero es un tópico o un hecho cierto?
-Sí, sí que es verdad, aunque es cierto que Granada atrae más visitantes. Por mi experiencia en el Ayuntamiento sé que la gente está encantada de venir aquí cuando se organiza un congreso. Córdoba atrae mucho porque, entre cosas, ha tenido un peso grandísimo históricamente: no olvide que fue la capital del mundo occidental conocido en la Edad Media, cuando París o Londres no eran nada.
-Usted acaba de ser nombrada presidenta del Instituto de Estudio Trasnacionales (INET), uno de los focos intelectuales de la ciudad. ¿Echa de menos más iniciativas como ésta?
-Creo es bueno que haya entidades como el INET, que nacen de una sociedad civil que cada vez tiene más importancia en el mundo. Quizás su auge tenga que ver con que los partidos políticos no satisfacen tanto como quisiéramos lo que demandamos de ellos. El INET lleva funcionando desde 1994, ya va para trece años, y yo soy colaborado desde el principio. Es la única asociación de este tipo, con una clara vocación de pensamiento y de divulgación, que hay en Córdoba. Tenga en cuenta que el INET lleva el «apellido» trasnacional desde su fundación, cuando no se hablaba de la globalización con la misma frecuencia con la que se habla hoy. Me gustaría, ciertamente, que hubiera más entidades como el Instituto de Estudios Trasnacionales, pero entiendo que no es sencillo.

Fuente:ABC