viernes, diciembre 1

El vestido y el semblante son poderosos recomendantes

La primera vez que escuché ese dicho español no lo comprendí. Pasó el tiempo y tuve ocasión, a lo largo de muchos años, de entrevistar a personas, tomar exámenes universitarios y tratar a diario a mujeres y hombres. Ahora entiendo bien el significado que tienen el vestido y el semblante, unos poderosos recomendantes.

Hoy, cuando son tan frecuentes las entrevistas laborales, viene a mi memoria el momento en que una empleada del hogar concurrió a casa de mis padres. Había leído un aviso en el diario. Mi madre la recibió y le pidió que tomara asiento. La mujer, un tanto confusa, aceptó la invitación y comentó que era la primera vez que alguien tenía ese detalle con ella. Estaba vestida sobriamente, con el cabello recogido y el rostro suavemente maquillado. Se quedó en la casa de inmediato y, más adelante, pudo constituir su propio hogar. Mi madre la había aceptado después de haber observado el decoro de su ropa y de su semblante.

Cuando un hombre o una mujer son convocados a una entrevista de trabajo, deben recordar que no van a un desfile de modas. La sobriedad que no es austeridad, colaborará para brindar una imagen cabal de cada uno. Los colores estridentes, las fragancias muy fuertes, el cabello descuidado, no son precisamente unos buenos recomendantes. Todo rige para los dos sexos aunque parecería más aplicable a la mujer solamente.

Existen diversas formas de entrevistas laborales. Resulta fácil deducir que, en determinadas situaciones, no se requerirá un cuidado especial en lo personal. Sin embargo, en todas el aspecto influirá en la decisión patronal. Una vestimenta modesta y limpia ayudará siempre.

En cuanto al semblante no puedo menos que recordar la pregunta que me hicieron en un curso de Ceremonial. Por lo visto, alguien había comentado que las damas deben presentarse a cara lavada en las entrevistas laborales. Sonreí y sin dejar mal al autor de aquella intervención, volví a recordar que la mujer poseedora de mucho sentido común, debe arreglarse siempre de acuerdo a las circunstancias. Por eso no irá las diez de la mañana como si fueran las diez de la noche. Allí están el maquillaje y la ropa.

El hombre no queda excluido, porque a nosotros también nos corresponde ser sobrios y elegantes. Los perfumes no son precisamente los mejores recomendantes. “Huele bien el que a nada huele”, dice también un antiguo refrán español. El saco y la camisa a tono u otras prendas muestran, sin engaño, la personalidad de quien las usa. Existe un “elegante sport” de saco de un color y pantalón de otro, con camisa y corbata. También está el llamado “casual”. Este se da cuando utilizamos camisa y pantalón, chombas o remeras. Bueno es recordar que no existe el “informal”, porque al aceptar una forma optamos por el “elegante sport” o por “el casual”.

El semblante masculino tiene que dar siempre la imagen de un hombre de la edad que realmente tiene. No hay cosa más ridícula que un hombre de cincuenta que desea parecerse a uno de veinte.

Bien. Alguna vez comenté que, en ciertas ocasiones, se acostumbra invitar a comer a quienes aspiran a un puesto. Allí está el problema. En un almuerzo o en una cena, es posible hacerse una idea completa de la educación de una persona. Por eso, viene bien otro dicho popular. “En la mesa y en el juego se conoce al caballero. Y a la dama también”. Aquello que comenzó como una cordial invitación puede transformarse en un arma nefasta para los candidatos a un trabajo.
Por Roberto Sebastián Cava. Abogado, Especialista Universitario en Protocolo y Ceremonial de Estado e Internacional postgraduado de la Universidad de Oviedo.
Fuente: El Heraldo

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