martes, noviembre 7

Kirchner le tuvo temor al "contacto popular"

Ni pisó la vereda. Algo malhumorado por el tedio del protocolo y preocupado por sufrir reproches de algún uruguayo crispado por el conflicto de las papeleras, el presidente Néstor Kirchner llegó último, fue el primero en irse y se movió en coche, con fuerte custodia, incluso para trasladarse de un lado a otro de la plaza Independencia.

Estuvo 18 horas en Montevideo, faltó al acto inaugural, a la cena de honor, a la foto oficial y a las dos últimas sesiones de debate de la Cumbre Iberoamericana. Unicamente salió del hotel Radisson para cenar con los demás presidentes invitados en el Palacio Independencia. Eso ocurrió anteanoche. Kirchner y su esposa, Cristina Fernández, subieron a un auto blindado en la puerta del hotel, dieron una larga vuelta manzana entre los vallados de la zona de exclusión y bajaron en la puerta del palacio. A sólo 50 metros del punto de partida.

La operación se repitió al terminar, casi a la medianoche, pese a que todos los demás presidentes cruzaban la plaza a pie, contándose los últimos cuentos de sobremesa. Con Montevideo sitiada había pocas posibilidades de que Kirchner se cruzara con los vecinos de la ciudad.

En teoría, ninguna persona sin una acreditación especial podía acercarse a menos de 200 metros del hotel. Pero, pese a eso, fuentes de la delegación argentina reconocieron que existía el temor de que el Presidente pasara un momento incómodo en la calle, debido a la crispación social contra el gobierno argentino por la crisis de las papeleras.

¿Ironías?
Ayer, Kirchner se levantó temprano. Estuvo con Kofi Annan, el saliente secretario general de la ONU, y luego se metió en la primera tanda de deliberaciones. Lo primero que escuchó cuando se abrieron los micrófonos fue al uruguayo Tabaré Vázquez, que le agradecía su presencia en Montevideo. Diplomático -o tal vez irónico-, arrancó así su discurso: "Quiero darle la más cordial bienvenida a aquellos que llegaron en las últimas horas, como el presidente de la hermana República Argentina".

Después, Kirchner retribuyó "el gran recibimiento del amigo presidente y del pueblo uruguayo". El discurso de Kirchner fue breve y se atuvo al tema oficial de la cumbre -las migraciones y la cooperación regional-. Se levantó, dejó un delegado en la sala y fue a reunirse con el rey Juan Carlos. Estuvo 25 minutos y pasó a otra oficina: lo esperaba el presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero.

En ese momento, los coches de la custodia de Kirchner se formaron en la puerta del hotel. En el segundo día de cumbre, los controles de seguridad -que transformaron a Montevideo en una fortaleza- empezaron a relajarse.

Con una buena excusa se podían pasar los vallados policiales, antes infranqueables. La artillería antiaérea y los helicópteros militares marcharon de nuevo a los cuarteles, en medio de las críticas populares por el exagerado celo de seguridad. La Ciudad Vieja seguía casi desierta cuando, a las 14, el Presidente salió a paso ligero del hotel, se metió en el coche y empezaron las sirenas. Derecho al aeropuerto. Lo que había venido a buscar en la cumbre, sus gestiones con España, estaban cumplidas. No tenía ningún interés en las siguientes 24 horas de protocolo con sus colegas.
Fuente:La Nación

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