Sabino Fernández Campo (Oviedo, 1918) estuvo durante muchos años al frente de la Casa del Rey, desde donde fue protagonista activo y a la vez espectador privilegiado de los principales cambios que ha experimentado España tras la llegada de la democracia. El pasado jueves intervino en el ciclo de conferencias organizado por el Parlamento canario con motivo de los cien años de primera visita real. Al día siguiente acudió a Radio El Día, donde se le realizó una entrevista cuyo extracto sigue a continuación.
-Estamos viviendo tiempos revisionistas. La moda es volver a reescribir algunas cosas. Usted ha dicho estos días que eso podría resucitar viejos odios y rencores.
-Creo que no hay que olvidar. Al contrario, tenemos que tener presente lo sucedió para no volver a caer en ello, pero esta especie de resurrección de lo que sucedió y no fue agradable, porque una guerra civil, lo que dio lugar a la guerra civil y las consecuencias de la guerra civil no es agradable, es resucitar viejos odios que estaban superados. El ejemplo de la transición fue que todos los partidos, las personas, los políticos, supieron renunciar a parte de sus ideas, de sus propósitos o de sus planes para acomodarse a los demás, y de esa manera se logró salir adelante, se llegó al consenso y se redactó una constitución. Hay quien dice lo contrario, que hay que lavar por completo las heridas. Yo creo que si están cerradas hay que dejarlas que cicatricen del todo.
-Los que vivimos aquellas discusiones sobre la Constitución tenemos la impresión de que hoy en día no serían posibles, que somos más intransigentes.
-Esa impresión negativa la tengo yo también, y la temo. En aquellos momentos primaba el miedo a repetir lo que estaba bastante reciente. Todavía mucha gente había hecho la guerra, conocía las consecuencias, las penalidades, las desgracias, y el miedo a que se repitieran influyó muchísimo para que se llegara a esos consensos y a esos acuerdos, a renunciar a algunas ideas propias en beneficio de unirse a las de los demás, y eso quizás ahora no pasaría. Han transcurrido ya generaciones que ignoran aquello y que, si lo recuerdan, es por versiones quizás partidistas, que no recuerdan lo que ocurrió y lo que se consiguió con aquel consenso.
-Usted hablaba anoche del papel que tiene la Casa Real en los asuntos de la actualidad. Aquí, no hace mucho, el presidente del Gobierno de Canarias decía que iba a apelar a la Casa Real por el tema de la inmigración, porque veía que nadie le hacía caso, y le recriminaron que la Casa Real no estaba para eso.
-Yo creo que está para eso y para todo, pero en la medida de sus posibilidades y de las facultades que la Constitución le concede. El prestigio, la figura simplemente del Rey, el hecho de que tenga un pasado en el que su actuación fue eficaz, hace que ahora también tenga que seguir siéndolo. No puede inhibirse de los problemas. Al contrario, creo que ese poder moderador que es, diríamos, gaseoso, difuso, porque no se dice en qué consiste exactamente, tiene tal amplitud que es ahí donde radica su importancia. El velar por el regular funcionamiento de las instituciones exige contactos, conversaciones, gestiones, y yo no sé si, como muchas veces no son públicas, se realizan o no, pero lo que sí creo decididamente es que deben realizarse.
-Hay momentos cruciales en los que se especula con qué opina el Rey sobre un determinado asunto, como ahora, cuando hemos tenido problemas territoriales con algunos estatutos de afán casi independentista. ¿Usted cree que son los momentos de oírlo?
-Yo creo que son los momentos no de conocer su opinión, que yo creo que tenemos que saber cuál es porque conocemos el pensamiento del Rey y piensa en España por encima de todo, sino que lo que quisiera es que se supiera un poco qué es lo que hace para que esos pensamientos, que tienen que ser correctos, no lo dudo en ningún momento, puedan influir en los que llevan a cabo la política ejecutiva de cada día.
-¿Ha llegado el momento de reformar la Constitución?
- Creo que no corre demasiada prisa porque no sabemos hasta dónde se puede llegar con esa reforma, y además porque exige unos trámites muy complicados. Hay que estudiar con mucho detenimiento cuál debe ser el momento adecuado, sin prisas, sin precipitaciones. Los trámites que establece la Constitución son complicados y podrían originar revisiones más amplias de las que se pretende. Por lo tanto hay que meditarlo mucho, y tiene importancia también lo que suceda con el nuevo parto de la Princesa Letizia. Si es una niña todavía hay más tiempo. Es una cosa de mucha meditación y en la que el Rey tiene que estar implicado. No hay duda. Le tiene que interesar muchísimo y por lo tanto el que se supiera que hay una opinión, un criterio, no estaría de más.
-Entonces sería mejor esperar.
-Mi idea es meditarlo mucho, estudiarlo mucho, asesorarse mucho, estudiar la Constitución con detalle y las consecuencias que pueda tener, pero no decir "hay que hacerlo ya, hay que hacerlo ya". Habrá que hacerlo ya si se decide así porque se considera que es lo más conveniente.
-Sobre todo porque estamos hablando de un aspecto muy importante, que es la imagen de la Casa Real, que en este momento se sigue preservando gracias a que no ha entrado en los derroteros en los que han entrado otras casas reales europeas.
-Efectivamente. Creo que en una monarquía parlamentaria lo que más importancia tiene, aparte de esa función un poco soterrada, pudiéramos decir, pero que tiene que realizar, es la imagen, la ejemplaridad, lo que vemos.
-Me gustaría hablar de algunos acontecimientos del pasado, como el 23-F. En Canarias se especuló mucho con la postura ambigua del general González del Hierro, en aquel momento capitán general. ¿Es eso cierto?
-Aquella noche fue muy complicada. El Rey realizó una gran labor y todo el mundo lo admitió así. Habló con todos los capitanes generales. El hecho de que la Constitución le encomiende el mando supremo de las Fuerzas Armadas me parece que tiene poca importancia efectiva, porque hay leyes, como la ley orgánica de la defensa, que realmente todas las competencias en materia militar se las encomienda al presidente del Gobierno. Al Rey le queda una figura un poco indeterminada en esa jefatura, pero precisamente el 23 de febrero, con el presidente del Gobierno y el Gobierno secuestrados, por así decirlo, en el Congreso, el Rey ejerció el mando a través de los capitanes generales, habló con todos y todos le obedecieron a ciegas.
-¿Incluido el de Canarias? ¿No hubo ninguna ambigüedad?
-No hubo en ninguna parte. Hubo dudas, como es lógico, en todos, porque no se sabía que iba a pasar. Hubo figuras en el 23-F que precisamente por la proximidad al Rey, por la lealtad demostrada al Rey durante muchos años, se podía pensar que estaban actuando en nombre del monarca, y eso dio lugar a confusiones, a complicaciones y a dudas por parte de algunos capitanes generales que antes de hablar con el Rey no sabían qué estaba pasando, pero creo que el Rey lo aclaró todo, cursó las órdenes oportunas y le obedecieron ciegamente.
-Hubo un momento de cierta incertidumbre, cuando el mensaje del Rey no llegaba. Hoy se sabe que existieron muchas dificultades.
-Fue complicado. Desde el primer momento el Rey quiso dirigirse al país y tranquilizarlo, decir cuál era su posición, pero la televisión estaba ocupada. Yo mismo hablé con el director general de Televisión y noté que no podía hablar. Entonces le pregunté si aquello estaba ocupado, me dijo que sí y se hicieron las gestiones desde Zarzuela con el jefe de la unidad que estaba en Televisión para que la retirara. Todo eso llevó tiempo. Luego se tuvo que trasladar un equipo desde Televisión a La Zarzuela, con sus inconvenientes, y montarlo todo para que el Rey hablara. Es lógico que se pensara con cierta sospecha por qué se había tardado tanto, pero la explicación era clara.
-Hoy, como se reescribe todo, se habla de si esperaba a ver si triunfaba aquello.
-No, no, en absoluto. Desde el primer momento la decisión estaba tomada, no fue una espera.
-Los reyes están vinculados a otro Archipiélago, al Palacio de Marivent, barcos, ocio... Hay quien reclama que miren también hacia otro lugar. En Canarias, por ejemplo, hace mucho alguien lanzaba la idea de intentar atraer al Príncipe con algo parecido. ¿Eso sería posible?
-Yo no se si es posible, pero conveniente sí sería. Creo que deben distribuirse un poco para atender a toda España, para demostrar su interés. En Asturias ahora también pretenden que el Príncipe de Asturias tenga allí una casa . No deberían centrarse exageradamente en un sitio, sino demostrar que son reyes de toda España.
-¿Ese pensamiento más abierto es el que le lleva a ser hoy poco consultado por la Casa Real?
-No lo sé. Yo a lo mejor durante el tiempo que estuve en la Casa di algún consejo desagradable, pero la lealtad exige eso. Exige no decir siempre lo que quiere oír el aconsejado, sino lo que el que aconseja considera que es prudente y considera que es beneficioso para el que recibe el consejo.
-En Canarias algunas veces nos podemos sentir casi olvidados.
-Pues es necesario demostrar que no están olvidados. Yo hice un viaje con los Reyes a Canarias que resultó muy brillante y satisfactorio para ellos. No es que la tengan olvidada, pero deberían esforzarse en hacer acto de presencia en la mayor parte de los sitios de España, sobre todo en los que están más alejados para demostrar que lo están en la distancia, pero no en el pensamiento.
-¿Qué hace ahora, una vez retirado?
-Doy alguna conferencia de vez en cuando, y procuro superar una depresión muy grande que he tenido y sigo teniendo. Se me han muerto dos hijas en el plazo de dos meses y tengo a otra en una situación grave, de manera que sólo con superar eso y lograr mantenerme ya es bastante.
Fuente:eldia.es
-Estamos viviendo tiempos revisionistas. La moda es volver a reescribir algunas cosas. Usted ha dicho estos días que eso podría resucitar viejos odios y rencores.
-Creo que no hay que olvidar. Al contrario, tenemos que tener presente lo sucedió para no volver a caer en ello, pero esta especie de resurrección de lo que sucedió y no fue agradable, porque una guerra civil, lo que dio lugar a la guerra civil y las consecuencias de la guerra civil no es agradable, es resucitar viejos odios que estaban superados. El ejemplo de la transición fue que todos los partidos, las personas, los políticos, supieron renunciar a parte de sus ideas, de sus propósitos o de sus planes para acomodarse a los demás, y de esa manera se logró salir adelante, se llegó al consenso y se redactó una constitución. Hay quien dice lo contrario, que hay que lavar por completo las heridas. Yo creo que si están cerradas hay que dejarlas que cicatricen del todo.
-Los que vivimos aquellas discusiones sobre la Constitución tenemos la impresión de que hoy en día no serían posibles, que somos más intransigentes.
-Esa impresión negativa la tengo yo también, y la temo. En aquellos momentos primaba el miedo a repetir lo que estaba bastante reciente. Todavía mucha gente había hecho la guerra, conocía las consecuencias, las penalidades, las desgracias, y el miedo a que se repitieran influyó muchísimo para que se llegara a esos consensos y a esos acuerdos, a renunciar a algunas ideas propias en beneficio de unirse a las de los demás, y eso quizás ahora no pasaría. Han transcurrido ya generaciones que ignoran aquello y que, si lo recuerdan, es por versiones quizás partidistas, que no recuerdan lo que ocurrió y lo que se consiguió con aquel consenso.
-Usted hablaba anoche del papel que tiene la Casa Real en los asuntos de la actualidad. Aquí, no hace mucho, el presidente del Gobierno de Canarias decía que iba a apelar a la Casa Real por el tema de la inmigración, porque veía que nadie le hacía caso, y le recriminaron que la Casa Real no estaba para eso.
-Yo creo que está para eso y para todo, pero en la medida de sus posibilidades y de las facultades que la Constitución le concede. El prestigio, la figura simplemente del Rey, el hecho de que tenga un pasado en el que su actuación fue eficaz, hace que ahora también tenga que seguir siéndolo. No puede inhibirse de los problemas. Al contrario, creo que ese poder moderador que es, diríamos, gaseoso, difuso, porque no se dice en qué consiste exactamente, tiene tal amplitud que es ahí donde radica su importancia. El velar por el regular funcionamiento de las instituciones exige contactos, conversaciones, gestiones, y yo no sé si, como muchas veces no son públicas, se realizan o no, pero lo que sí creo decididamente es que deben realizarse.
-Hay momentos cruciales en los que se especula con qué opina el Rey sobre un determinado asunto, como ahora, cuando hemos tenido problemas territoriales con algunos estatutos de afán casi independentista. ¿Usted cree que son los momentos de oírlo?
-Yo creo que son los momentos no de conocer su opinión, que yo creo que tenemos que saber cuál es porque conocemos el pensamiento del Rey y piensa en España por encima de todo, sino que lo que quisiera es que se supiera un poco qué es lo que hace para que esos pensamientos, que tienen que ser correctos, no lo dudo en ningún momento, puedan influir en los que llevan a cabo la política ejecutiva de cada día.
-¿Ha llegado el momento de reformar la Constitución?
- Creo que no corre demasiada prisa porque no sabemos hasta dónde se puede llegar con esa reforma, y además porque exige unos trámites muy complicados. Hay que estudiar con mucho detenimiento cuál debe ser el momento adecuado, sin prisas, sin precipitaciones. Los trámites que establece la Constitución son complicados y podrían originar revisiones más amplias de las que se pretende. Por lo tanto hay que meditarlo mucho, y tiene importancia también lo que suceda con el nuevo parto de la Princesa Letizia. Si es una niña todavía hay más tiempo. Es una cosa de mucha meditación y en la que el Rey tiene que estar implicado. No hay duda. Le tiene que interesar muchísimo y por lo tanto el que se supiera que hay una opinión, un criterio, no estaría de más.
-Entonces sería mejor esperar.
-Mi idea es meditarlo mucho, estudiarlo mucho, asesorarse mucho, estudiar la Constitución con detalle y las consecuencias que pueda tener, pero no decir "hay que hacerlo ya, hay que hacerlo ya". Habrá que hacerlo ya si se decide así porque se considera que es lo más conveniente.
-Sobre todo porque estamos hablando de un aspecto muy importante, que es la imagen de la Casa Real, que en este momento se sigue preservando gracias a que no ha entrado en los derroteros en los que han entrado otras casas reales europeas.
-Efectivamente. Creo que en una monarquía parlamentaria lo que más importancia tiene, aparte de esa función un poco soterrada, pudiéramos decir, pero que tiene que realizar, es la imagen, la ejemplaridad, lo que vemos.
-Me gustaría hablar de algunos acontecimientos del pasado, como el 23-F. En Canarias se especuló mucho con la postura ambigua del general González del Hierro, en aquel momento capitán general. ¿Es eso cierto?
-Aquella noche fue muy complicada. El Rey realizó una gran labor y todo el mundo lo admitió así. Habló con todos los capitanes generales. El hecho de que la Constitución le encomiende el mando supremo de las Fuerzas Armadas me parece que tiene poca importancia efectiva, porque hay leyes, como la ley orgánica de la defensa, que realmente todas las competencias en materia militar se las encomienda al presidente del Gobierno. Al Rey le queda una figura un poco indeterminada en esa jefatura, pero precisamente el 23 de febrero, con el presidente del Gobierno y el Gobierno secuestrados, por así decirlo, en el Congreso, el Rey ejerció el mando a través de los capitanes generales, habló con todos y todos le obedecieron a ciegas.
-¿Incluido el de Canarias? ¿No hubo ninguna ambigüedad?
-No hubo en ninguna parte. Hubo dudas, como es lógico, en todos, porque no se sabía que iba a pasar. Hubo figuras en el 23-F que precisamente por la proximidad al Rey, por la lealtad demostrada al Rey durante muchos años, se podía pensar que estaban actuando en nombre del monarca, y eso dio lugar a confusiones, a complicaciones y a dudas por parte de algunos capitanes generales que antes de hablar con el Rey no sabían qué estaba pasando, pero creo que el Rey lo aclaró todo, cursó las órdenes oportunas y le obedecieron ciegamente.
-Hubo un momento de cierta incertidumbre, cuando el mensaje del Rey no llegaba. Hoy se sabe que existieron muchas dificultades.
-Fue complicado. Desde el primer momento el Rey quiso dirigirse al país y tranquilizarlo, decir cuál era su posición, pero la televisión estaba ocupada. Yo mismo hablé con el director general de Televisión y noté que no podía hablar. Entonces le pregunté si aquello estaba ocupado, me dijo que sí y se hicieron las gestiones desde Zarzuela con el jefe de la unidad que estaba en Televisión para que la retirara. Todo eso llevó tiempo. Luego se tuvo que trasladar un equipo desde Televisión a La Zarzuela, con sus inconvenientes, y montarlo todo para que el Rey hablara. Es lógico que se pensara con cierta sospecha por qué se había tardado tanto, pero la explicación era clara.
-Hoy, como se reescribe todo, se habla de si esperaba a ver si triunfaba aquello.
-No, no, en absoluto. Desde el primer momento la decisión estaba tomada, no fue una espera.
-Los reyes están vinculados a otro Archipiélago, al Palacio de Marivent, barcos, ocio... Hay quien reclama que miren también hacia otro lugar. En Canarias, por ejemplo, hace mucho alguien lanzaba la idea de intentar atraer al Príncipe con algo parecido. ¿Eso sería posible?
-Yo no se si es posible, pero conveniente sí sería. Creo que deben distribuirse un poco para atender a toda España, para demostrar su interés. En Asturias ahora también pretenden que el Príncipe de Asturias tenga allí una casa . No deberían centrarse exageradamente en un sitio, sino demostrar que son reyes de toda España.
-¿Ese pensamiento más abierto es el que le lleva a ser hoy poco consultado por la Casa Real?
-No lo sé. Yo a lo mejor durante el tiempo que estuve en la Casa di algún consejo desagradable, pero la lealtad exige eso. Exige no decir siempre lo que quiere oír el aconsejado, sino lo que el que aconseja considera que es prudente y considera que es beneficioso para el que recibe el consejo.
-En Canarias algunas veces nos podemos sentir casi olvidados.
-Pues es necesario demostrar que no están olvidados. Yo hice un viaje con los Reyes a Canarias que resultó muy brillante y satisfactorio para ellos. No es que la tengan olvidada, pero deberían esforzarse en hacer acto de presencia en la mayor parte de los sitios de España, sobre todo en los que están más alejados para demostrar que lo están en la distancia, pero no en el pensamiento.
-¿Qué hace ahora, una vez retirado?
-Doy alguna conferencia de vez en cuando, y procuro superar una depresión muy grande que he tenido y sigo teniendo. Se me han muerto dos hijas en el plazo de dos meses y tengo a otra en una situación grave, de manera que sólo con superar eso y lograr mantenerme ya es bastante.
Fuente:eldia.es
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