A ustedes y con todo mi cariño, quiero presentarles por medio de este escrito un concepto muy preciso, claro y a la vez hermoso de lo que significa el recato, enmarcado dentro del deber de toda mujer judía.Para poder desarrollar y entender mejor esta idea es conveniente ubicarla dentro del concepto de la palabra “protocolo” y, más aún, el denominado protocolo espiritual, que está estrechamente ligado a lo que al recato se refiere.
Comencemos pues definiendo qué significa la palabra “protocolo” según el Diccionario Enciclopédico: “Regla ceremonial diplomática o palatina establecida por decreto o por costumbre”.Digamos que, en este sentido, el recato sería la regla establecida por HaShem como decreto Divino para todas las mujeres de Israel.La palabra hebrea para modestia o recato es “Tzeniut”, lo cual se podría traducir como “oculto en el lugar adecuado”. Se ha sugerido que las leyes de modestia y el énfasis del judaísmo en ellas se establecieron para permitir que la esencia interna del individuo emerja.
El concepto judío de recato esta relacionado con el término secular. Comúnmente hablando, el recato es a menudo sinónimo de reprimir los sentimientos, tener poca autoestima o ser incompetente. Para el judaísmo, el recato reviste especial significado y está encomendado especialmente para la mujer.Esta idea es enunciada con toda claridad en el versículo de los profetas “¿Qué pide Dios de ti?” (Mija 6:8). Para que una persona cumpla con los mandamientos de la Torá siendo agradable a los “ojos” de Dios, debe tener un sentido de modestia. Este sentido incluye estar consciente de Quién está por encima de todos nosotros controlando el mundo.Debemos tener la humildad y dignidad que llega con sentirse constantemente en presencia de Dios, para adherirnos a la esencia de la vida.
Tal modestia nos ayuda a desarrollar la habilidad de contemplar regularmente y mejorar nuestras vidas en forma más significativa.Muchos buscan ganar la aprobación de los otros, en vez de hacer lo que es correcto a los “ojos” de Dios. Mientras más tratemos de basar nuestra autoestima en la aprobación de los que nos rodean, menor será el significado y el autocontrol de nuestras vidas. El recato nos enseña cómo trascender nuestro yo físico para buscar los valores profundos, los cuales son el fluido interno vital del alma judía.
La modestia nos ayuda a encontrar la chispa Divina que hay en nosotros y en los demás.El judaísmo cree en que la mujer fue creada para aportar un cierto número de cualidades al mundo. Una de esas cualidades es el recato. Eva fue creada expresamente de la costilla de Adán -una parte oculta e interna- (Génesis Rabba 17 y 18), quizás esto se hizo así para que tengamos la capacidad de aportar “interioridad” (recato) al mundo. Además, la mujer fue dotada de biná (entendimiento), cuya facultad podemos utilizar si somos capaces de percibir, tras la apariencia externa de otros, su verdadero “yo”.
La mejor manera de lograrlo es aprendiendo primero a ver más allá de nuestra propia fachada.En este mismo sentido, nuestros cuerpos deben ser vehículos para expresar nuestras almas, y no deben tomarse por sí mismos como un fin. Tenemos que ver dentro de lo “oculto” en nosotros mismos, para hallar la esencia de Dios en nuestro interior.Nuestra forma de vestir transmite un mensaje muy poderoso de cómo nos sentimos y qué valoramos en nosotras mismas.
Nuestra forma de vestir también demuestra cómo hemos internalizado o rechazado los valores sociales y en este sentido debemos ser cautelosas y no dejarnos llevar ciegamente por las llamadas “tendencias de la moda” que van en contraposición directa de lo que Dios Bendito espera de nosotras.Pero, para evitar malas interpretaciones, es pertinente aclarar que la Torá en ningún momento exige de nosotras un abandono en cuanto a nuestra imagen física; todo lo contrario, nos orienta en el sentido de lucir como princesas a toda hora y en todo momento del día, mostrando una imagen recatada y hermosa, sin dejar de lado nuestras mejores aptitudes y capacidades para enfrentar los retos del exigente mundo de hoy. Dios quiere, en definitiva, que luzcamos como dignas princesas del Rey del Universo que todo el tiempo nos está bendiciendo y nos cuida desde los Cielos.La mujer puede adaptar ciertas tendencias de la moda que se acoplen a las reglas del Tzeniut y así lucir actuales y modernas sin abandonar las leyes exigidas por Dios en este sentido.
El judaísmo resalta la tendencia natural de la mujer a desarrollar relaciones basadas en cualidades interiores, para luego exteriorizar esos sentimientos. El alma de la mujer judía debe aflorar al exterior en forma de una conducta y educación dignas y una vestimenta apropiada, que denote nuestra pureza de espíritu, sin dejar que el medio ambiente afecte la imagen del recato que la Torá sugiere para la mujer.Un bello ejemplo que ilustra el mensaje que intento dejar en todas ustedes lo refleja el siguiente símil… Cuando poseemos algo muy precioso, no debemos presumir de ello. Cuanto más hagamos ostentación de algo, menor será su valor a nuestros ojos. Cuando poseemos maravillosas platerías, joyas o pinturas exclusivas, normalmente las exhibimos sólo en ocasiones especiales, si las mostráramos o sacáramos todos los días dejarían de ser tan valiosas. Por ejemplo, si acudimos a un encuentro en el que se requiere el vestido de etiqueta una vez al año, nos preparamos cuidadosamente para tal ocasión social. Este ejemplo es válido también para nuestras visitas a las distintas Sinagogas que conforman nuestro yishuv… Cuando vamos a la casa de Dios debemos saber con quién nos entrevistaremos y delante de quién nos encontramos… Si somos conscientes de este hecho, obviamente cuidaremos nuestra forma de vestir, evitando exhibir nuestros cuerpos de manera inapropiada, y dándole realce y santidad a ese encuentro sublime y especial con el Amo del Mundo.De esta misma forma, en su día de boda las novias deben poner especial atención al vestido que escojan, pues ellas poseen la capacidad de ser escuchadas en el Cielo y de que se les conceda todo lo que anhelen para su futuro… Así, frente al lejal y con las puertas del shamaim (cielo) abiertas para los novios, se hace imprescindible lucir una vestimenta recatada, digna de una princesa y acorde con la kedushá (santidad) del momento, para que conjugando todos estos elementos la nueva pareja cuente con la bendición y el agrado de Akadosh Baruj Hu.
Todas estas leyes sugieren, por lo tanto, que mientras más cerca se esté de la presencia de Dios, menos permitido está exponer el cuerpo y así, al igual que ciertos objetos sagrados como los rollos de la Torá y los Tefilín (filacterias) son tapados cuidadosamente, la mujer en su rol sagrado también debe vestir con recato y cubrirse especialmente para los momentos en que se encuentre en la casa de Dios.En conclusión, podemos decir que la tarea especial y sagrada de la mujer judía consiste en presentar lo físico de tal modo que la neshamá (alma) brille a través de él.
Pero exponer el cuerpo según lo dicta la moda, expresar el cuerpo con una mera actitud física, eso conduce a una pérdida de refinamiento, a una profanación de lo sagrado. Un principio cardinal es que lo espiritual florece precisamente porque está oculto. La auténtica belleza de una mujer en el judaísmo radica en guardar la moralidad y el recato como el más preciado de los tesoros.Esa es nuestra misión y nuestro camino en la vida… generar armonía entre los mundos interno y externo; no rechazar lo físico, pues sería muy fácil, sino ponerlo bajo el control de lo espiritual; entrenar al cuerpo para que sea absolutamente fiel a la neshamá.
Es en esta armonía que radica la verdadera belleza y es éste precisamente nuestro camino y lo que debemos transmitir como mujeres judías… Pues, con el tiempo, el cuerpo se convierte en el recipiente por excelencia de todo lo que nuestra neshamá haya atesorado dentro de él, y es a través de esta evidencia que, como mujeres, proclamamos al mundo nuestra conexión directa con Akadosh Baruj Hu, justo por medio de esa chispa Divina que todas poseemos y que podemos transmitir siendo la luz y fuente de inspiración de todos los que nos rodean.Quiera Dios Bendito que estas palabras penetren en vuestros corazones y cada una de nosotras tome consciencia de su verdadera misión en este mundo y con pequeños cambios consigamos grandes milagros ante nuestros ojos… ¡Amén!
Por Rachel Chocrón de Benchimol
Fuente:Nuevo Mundo Israelita