Suena el clarín. Como cada año, convoca al silencio en memoria de los legendarios Niños Héroes. Sin embargo, por primera vez en la historia, en unos cuantos segundos, el solemne momento es rasgado por los gritos que vuelan hacia él que está en su carácter de comandante supremo de las Fuerzas Armadas: "¡Traidor, traidor, traidor!".
Redoblan los tambores. Los cadetes presentan armas. El Presidente de la República monta una guardia ante el Altar a la Patria. Serio, escucha el que sin duda fue para él un doloroso coro de insultos.
Es un amargo inicio de las fiestas patrias. Del otro lado de las rejas de Chapultepec están los manifestantes, devotos lopezobradoristas. Ellos no pudieron pasar. Pero sus expresiones, sus insultos sí. Expresiones que provocan los gestos graves, los labios apretados de quienes ocupan el presídium.
Como cada año, pasó lista, pronunció los nombres de aquellos héroes niños. Así inició Fox: "... ¡Juan de la Barrera...!". y los cadetes del Colegio Militar, de la Escuela Naval y del Colegio del Aire le respondieron, de acuerdo con la marcial tradición: "¡Murió por la patria!".
Pero, inevitables, junto a cada evocación, también estuvieron ahí las iracundas voces dedicadas a Fox: "¡Traidor a la democracia!".
Una ceremonia muy distinta a todas las anteriores. El Presidente de la República se dirigió de la residencia oficial de Los Pinos al Altar a la Patria por un camino entre el bosque, entre soldados con sus armas. Le esperaban algunos integrantes de su gabinete. El secretario de Gobernación, Carlos María Abascal, platicó durante largo rato con el presidente del Senado, Manlio Fabio Beltrones. Jorge Zermeño, quien preside la Cámara de Diputados, observaba. En el otro estrado, junto al principal, aguardaban expectantes militares de otros países, invitados especiales al evento. La seguridad era extrema. Nadie ajeno podía pasar. Había arcos detectores de metales peligrosos.
Cuando el presidente Fox inició la caminata por el tapete rojo, entre los secretarios de la Defensa Nacional y de Marina y las vallas de alumnos de la escuelas militares, se escucharon las primeras manifestaciones de protesta. El mandatario iba serio. De acuerdo con el ceremonial, al final de su marcha, saludó a las tres banderas que fueron abatidas en su honor por quienes la portaban.
Luego, el pase de lista. Y el "murió por la patria!" de los cadetes. Y desde el otro lado de las rejas, el coro: "¡Traidor a la democracia!" de los manifestantes. Quizá nervioso, Vicente Fox se equivocó, dijo: "Juan" cuando se refirió a José Azueta.
Posteriormente, como cada año, los cadetes del Heroico Colegio Militar, con sus sincronizados movimientos envainaron las bayonetas, levantaron los fusiles, los prepararon, apuntaron y dispararon la salva. Entonces, todos, los de uno y otro lado, todos permanecieron callados.
Una ceremonia en la que el Presidente de la República permaneció ensimismado. Cuando se retiraba acompañado por el general Gerardo Clemente Vega García y el almirante Marco Antonio Peyrot, el jefe del Ejecutivo volteó hacia atrás, llamó a Carlos Abascal cuando éste lo alcanzó, dialogó con él, se adelantó unos pasos a los altos mandos militares. Segundos más tarde, decidió retornar para caminar frente a los alumnos de una escuela secundaria. "¡Quihúbo, jóvenes! ¿cómo están?", les dijo. Algunos de los adolescentes le respondieron, ninguno aplaudió. No hubo como en otras ocasiones manos que se estrechaban, palmadas en las espaldas.
Y ese clarín se escucha imponente. Como cada año convoca al silencio en memoria de los legendarios Niños Héroes. Pero un coro rasga la evocación, golpea al viento: "¡traidor, traidor!". Una amarga ceremonia.
Redoblan los tambores. Los cadetes presentan armas. El Presidente de la República monta una guardia ante el Altar a la Patria. Serio, escucha el que sin duda fue para él un doloroso coro de insultos.
Es un amargo inicio de las fiestas patrias. Del otro lado de las rejas de Chapultepec están los manifestantes, devotos lopezobradoristas. Ellos no pudieron pasar. Pero sus expresiones, sus insultos sí. Expresiones que provocan los gestos graves, los labios apretados de quienes ocupan el presídium.
Como cada año, pasó lista, pronunció los nombres de aquellos héroes niños. Así inició Fox: "... ¡Juan de la Barrera...!". y los cadetes del Colegio Militar, de la Escuela Naval y del Colegio del Aire le respondieron, de acuerdo con la marcial tradición: "¡Murió por la patria!".
Pero, inevitables, junto a cada evocación, también estuvieron ahí las iracundas voces dedicadas a Fox: "¡Traidor a la democracia!".
Una ceremonia muy distinta a todas las anteriores. El Presidente de la República se dirigió de la residencia oficial de Los Pinos al Altar a la Patria por un camino entre el bosque, entre soldados con sus armas. Le esperaban algunos integrantes de su gabinete. El secretario de Gobernación, Carlos María Abascal, platicó durante largo rato con el presidente del Senado, Manlio Fabio Beltrones. Jorge Zermeño, quien preside la Cámara de Diputados, observaba. En el otro estrado, junto al principal, aguardaban expectantes militares de otros países, invitados especiales al evento. La seguridad era extrema. Nadie ajeno podía pasar. Había arcos detectores de metales peligrosos.
Cuando el presidente Fox inició la caminata por el tapete rojo, entre los secretarios de la Defensa Nacional y de Marina y las vallas de alumnos de la escuelas militares, se escucharon las primeras manifestaciones de protesta. El mandatario iba serio. De acuerdo con el ceremonial, al final de su marcha, saludó a las tres banderas que fueron abatidas en su honor por quienes la portaban.
Luego, el pase de lista. Y el "murió por la patria!" de los cadetes. Y desde el otro lado de las rejas, el coro: "¡Traidor a la democracia!" de los manifestantes. Quizá nervioso, Vicente Fox se equivocó, dijo: "Juan" cuando se refirió a José Azueta.
Posteriormente, como cada año, los cadetes del Heroico Colegio Militar, con sus sincronizados movimientos envainaron las bayonetas, levantaron los fusiles, los prepararon, apuntaron y dispararon la salva. Entonces, todos, los de uno y otro lado, todos permanecieron callados.
Una ceremonia en la que el Presidente de la República permaneció ensimismado. Cuando se retiraba acompañado por el general Gerardo Clemente Vega García y el almirante Marco Antonio Peyrot, el jefe del Ejecutivo volteó hacia atrás, llamó a Carlos Abascal cuando éste lo alcanzó, dialogó con él, se adelantó unos pasos a los altos mandos militares. Segundos más tarde, decidió retornar para caminar frente a los alumnos de una escuela secundaria. "¡Quihúbo, jóvenes! ¿cómo están?", les dijo. Algunos de los adolescentes le respondieron, ninguno aplaudió. No hubo como en otras ocasiones manos que se estrechaban, palmadas en las espaldas.
Y ese clarín se escucha imponente. Como cada año convoca al silencio en memoria de los legendarios Niños Héroes. Pero un coro rasga la evocación, golpea al viento: "¡traidor, traidor!". Una amarga ceremonia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario