YO comprendo al alcalde de Lugo. Las peores guerras son las del protocolo. Son conflictos oscuros, taimados, en los que no corre la sangre pero sufre la autoestima. Son guerras larvadas, que si bien no llegan a la hecatombe de Irak, les falta poco para ser batallas elegíacas.
He visto muchas depedraciones de este tipo y si no salieron a relucir los cuchillos, corrieron lenguas ofendidas. El alcalde López Orozco se ausentó cuando la conselleira de Vivenda e Solo, Teresa Táboas, llegaba para presentar el proyecto del polígono de As Gándaras.
En la sala había asiento para el alcalde y butacas para los delegados del BNG pero no para los concejales socialistas. Así que el alcalde, en gesto solidario con su tribu, cogió puerta y se fue a su parcela. O sea, a su castillo y con sus huestes.
No conoce bien la conselleira el peligro que representa un alcalde cabreado. Se lo digo: una furia, un tsunami, una pasión desbordada.
Sólo tengo una duda. López Orozco, que es la cortesía andante, no dudó en hacerle corte de manga a una señora. Ya sé que ahora no se lleva, pero yo si fuese alcalde le cedería el paso en la puerta.
Fuente:La Voz de Galicia
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